Jorge Mario Bergoglio es el primer papa de América Latina, el primero del sur global, el primer jesuita en ser nombrado líder de la Iglesia católica y el primero en adoptar el nombre de Francisco.
Previo a ocupar su puesto, no había tenido la experiencia de vivir ni de laborar en Roma. Sus reformas, innovadoras y alejadas de los cánones tradicionales de la Iglesia, encontraron una considerable oposición tanto de influyentes sectores dentro del catolicismo como de fuerzas políticas externas.
Para muchos fieles, no obstante, será recordado como un líder con una profunda sensibilidad pastoral que buscó reconectar a la Iglesia con los fundamentos de la fe cristiana.
Francisco procuró emular a su homónimo, san Francisco de Asís, el fraile italiano del siglo XIII conocido por su vida austera, su búsqueda de la paz y su compromiso con la protección del medio ambiente.
La defensa del planeta, el apoyo a los inmigrantes y la promoción de la paz mediante el diálogo fueron los cimientos de su papado.
También intentó encarnar su visión de una Iglesia más humilde, eligiendo no habitar en el Palacio Apostólico del Vaticano, sino en la Casa Santa Marta, un hogar de huéspedes.
El papa Francisco
En la noche en que fue elegido, el 13 de marzo de 2013, el papa Francisco estableció el tono de su papado.
“Oramos por toda la humanidad, para que prevalezca un gran sentido de hermandad”, declaró desde el balcón de la Basílica de San Pedro.
Se mantuvo leal a sus ideales, alentando a todas las personas, sin importar su religión o raza, a recordar su esencia humana compartida. Francisco fue un facilitador de diálogo, esforzándose por colaborar con todas las religiones y tradiciones.
Heredó una situación crítica en el Vaticano. Benedicto XVI había tomado la inesperada decisión de renunciar, incapaz de implementar las reformas necesarias en el Gobierno central de la Iglesia, la curia romana. L
os escándalos de abusos habían conmocionado a la Iglesia, mientras que los reguladores habían identificado serias deficiencias en el banco vaticano.
Francisco aceleró las reformas en el banco y la administración de las finanzas del Vaticano. Durante su mandato, un cardenal fue procesado y condenado por delitos financieros en un tribunal vaticano por primera vez.
Introdujo una nueva constitución para la curia romana y se propuso transformar la cultura interna de la Iglesia, transitando de un modelo demasiado jerárquico a uno más inclusivo.
Alarmó a los funcionarios vaticanos con sus discursos improvisados durante las audiencias, sus conferencias de prensa informales en la parte trasera de su avión papal y su lenguaje directo, a menudo grosero.
Sus constantes críticas hacia las “élites” de la Iglesia y a quienes apoyan ideologías “retrógradas” le generaron poderosos adversarios, especialmente entre los grupos conservadores en Estados Unidos.
Aunque algunos cardenales habían votado por Jorge Bergoglio, conocido por su carácter jesuita estricto y austero, no anticipaban la aparición del inesperado papa Francisco, quien guiaría a la Iglesia hacia una profunda renovación.
El pontífice siempre expresó su posición ante diversos temas
“Es necesario no enfocarnos únicamente en el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el uso de métodos anticonceptivos”, afirmó Francisco poco después de ser elegido.
Aunque expresó su oposición al aborto, dirigió su atención hacia otros temas, modificando la enseñanza católica al afirmar que la pena de muerte es “inaceptable” y la posesión de armas nucleares, inmoral. Criticó las desigualdades globales, señalando que “una economía de este tipo mata” y solicitó a los países más desarrollados que hicieran más para enfrentar la crisis climática.
Francisco mostró disposición para reconocer sus fallos, especialmente en su manejo de los escándalos de abusos sexuales por parte de clérigos, una de las crisis más graves que ha enfrentado la Iglesia católica en los últimos 500 años.
Abordó el tema de los abusos, se reunió con las víctimas y estableció un conjunto de normativas eclesiásticas para combatirlos. Sin embargo, en ocasiones fue lento en su respuesta. Los grupos de víctimas aguardan que su sucesor garantice la continuación de los cambios que él inició.
Su vida
Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936, en Buenos Aires, de padres de ascendencia italiana. El papa, el mayor de cinco hermanos, solía evocar recuerdos entrañables de una familia unida y de cómo su abuela italiana forjó su fe.
Sus abuelos escaparon por los pelos de un naufragio mortal cuando emigraron de Italia a Argentina, una experiencia que sin duda influyó en su defensa de quienes emprenden peligrosos viajes por el Mediterráneo en busca de una vida mejor en Europa.
Cuando tenía 16 años, Bergoglio tuvo una profunda experiencia durante la confesión que le convenció de que debía prepararse para el sacerdocio. Ingresó en el seminario, pero tres años más tarde empezó a formarse para ser jesuita, orden religiosa famosa por su labor misionera.
Su capacidad de liderazgo fue reconocida y en 1973, a la temprana edad de 36 años, fue nombrado jefe de la orden jesuita en Argentina, cargo que ocuparía hasta 1979.
Durante esa época, la junta militar represiva del país inició su “guerra sucia”, haciendo desaparecer a unos 30.000 disidentes, entre ellos jesuitas que trabajaban con los pobres en las villas miseria de Buenos Aires.
Bergoglio se enfrentaría más tarde a acusaciones de que colaboró con la dictadura, acusaciones que le persiguieron hasta su elección como papa.
Dos compañeros jesuitas, Franz Jalics y Orlando Yorio, le acusaron de delatarles cuando fueron secuestrados y torturados por el régimen en 1976.
Con el paso del tiempo, sin embargo, surgieron pruebas de que Bergoglio trabajó sistemáticamente para ayudar a quienes se oponían a la dictadura. El periodista italiano Nello Scavo informó que salvó a más de 100 personas durante la llamada guerra sucia, mientras que Jalics también se retractó, celebrando misa con Francisco, en Roma, el 5 de octubre de 2013.
Las tensiones dentro de la orden culminaron en su “exilio”: en 1990 fue enviado a 800 km de distancia, a Córdoba, sin tarea fija. Pero más tarde describió su estancia de dos años allí como una experiencia transformadora.
De Buenos Aires al Vaticano
En 1992, Bergoglio fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y, cinco años más tarde, arzobispo. Tomaba regularmente el metro para visitar las zonas más pobres de la ciudad, vivía en un apartamento sencillo en lugar del palacio arzobispal y convirtió el despacho señorial de su predecesor en un almacén de alimentos y ropa para los pobres.
Fue nombrado cardenal en 2001 y pronto se convirtió en un destacado líder eclesiástico nacional. Aunque tendía a evitar Roma, Bergoglio empezó a llamar la atención de sus compañeros cardenales y fue considerado candidato a suceder a Juan Pablo II en el cónclave de 2005. Sin embargo, según un relato, retiró su candidatura para no prolongar la elección.
Cuando se celebró el cónclave de 2013, el entonces cardenal, de 76 años, ya no era uno de los principales candidatos al papado.
Pero durante las reuniones previas al cónclave, pronunció un discurso electrizante en el que advertía que una Iglesia que se encierra en sí misma se vuelve enferma y narcisista. Su humildad, su estilo de vida sencillo y su cercanía a los marginados de la sociedad también le granjearon apoyos.
Cuando Bergoglio fue elegido, el cardenal que estaba a su lado, Claudio Hummes, de Brasil, le abrazó y le dijo: “No te olvides de los pobres”. Más tarde dijo que las palabras de Hummes le inspiraron a tomar el nombre de Francisco.
Rechazó las galas papales, optando por unos sencillos zapatos negros y la misma cruz pectoral y anillo de plata que había usado como arzobispo de Buenos Aires. Más tarde, instalaría en el Vaticano dormitorios, duchas y una barbería para los sin techo. Había comenzado una nueva era de sencillez papal.
Con información de CNN

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