Si bien estamos acostumbrados a que el gobierno nacional no negocie, sino que dialogue, y esto último no tiene consecuencias, estamos siendo testigos de cambios acordados entre el gobierno y actores nacionales respaldados por la Unión Europea, Estados Unidos y el Grupo de Lima. Este es el caso de la nueva composición del Consejo Nacional Electoral, la aceptación del Programa de Alimentos manejado por actores norteamericanos, el programa de vacunación manejado juntamente con la Covax y del haberle dado casa por cárcel a los directivos de Citgo.
Es obvio que, en estos casos, el gobierno ha cedido territorios a otros actores a los cuales nunca les había dado palestra.
Falta ahora el punto álgido: las negociaciones sobre las condiciones electorales y, dentro de éstas, repetir las elecciones de diputados de diciembre pasado, la elección del Presidente de la República y elecciones con observadores reconocidos, como la Unión Europea, como proponen la oposición, Estados Unidos y algunos países europeos. Estos son los puntos fundamentales del Acuerdo de Salvación Nacional propuesto por Juan Guaidó. Sólo Noruega y España no llegan a pedir tanto, pero siguen esa línea de redemocratización del país, como ellos la llaman.
¿Por qué el gobierno de NM ha negociado y concedido terrenos que antes no hubiera entregado jamás? Esto se debe a la imperiosa necesidad de flexibilizar las sanciones económicas porque nuestra situación país en este aspecto es crítica. Las reservas internacionales siguen rondando unos 6.000 MM $, los ingresos por exportaciones petroleras cayeron de unos 80.000 MM $ en 2007 a unos 3.000 MM $ en 2020; la exportación de oro no alcanza los 4.000 MM $; y no se ha observado un proceso de venta de parte o de la totalidad accionaria de las 800 empresas del Estado (ofrecido en la Ley Antibloqueo).
Para completar este cuadro de premura económica, la producción petrolera, que había repuntado hasta unos 650 MBD, fue reportada por la OPEP la semana pasada en 440 MBD; y la producción de combustibles, que también había repuntado, otra vez está decayendo y amenazando las cosechas, el transporte de alimentos y la alimentación misma. En Los Andes, por ejemplo, se ha regalado hortalizas a orilla de carretera porque no hay diésel para llevarlas a los mercados.
Estas premuras es lo que explica la disposición del gobierno a negociar, a cambio de la flexibilización de las sanciones para poder exportar hidrocarburos e importar combustibles, diluentes y repuestos (las vacunas, medicinas y alimentos no se le están negando).
Dentro del gobierno estas negociaciones y concesiones tienen detractores que tratan de evitarlas, “rodilla en tierra”, y lanzan provocaciones para entorpecerlas, pero van perdiendo terreno, afortunadamente.
Por parte de la oposición, si bien es probable que casi toda esté de acuerdo con una mega elección como la planteada por el Acuerdo de Salvación Nacional, tampoco ayuda que esté tan atomizada, “cada uno por su lado”, y algunos llamando a no votar. Si se acordase una mega elección de 2021 o 2022, la maquinaria electoral de la oposición debería encontrarse presta al voto. Y, si no se acuerda la mega elección ahora, en 2022 aparece la opción del referendo revocatorio presidencial, la cual, si la oposición decide aprovecharla, debería encontrarse hoy día poniendo a punto una maquinaria en pleno funcionamiento para el voto. Pero no es así.
Estos cambios de la marea política parecen estar siendo impulsados mucho más por actores internacionales y por la bancarrota de nuestra economía en manos del gobierno que por la fortaleza de la oposición venezolana. Para asegurar el éxito de estas negociaciones se necesita una oposición fuerte, que tenga mucho menos partidos y partidos mucho más grandes; que crecerán por su «reacercamiento» a la ciudadanía mediante el ocuparse más de apoyar a la gente en la solución de sus problemas cotidianos que en llegar ellos al poder. Estos “menos y mejores partidos” se fortalecerán coordinándose entre sí y con los sectores de la sociedad civil para llegar todos juntos a gobernar; por primera vez en los 500 años de historia que tiene Venezuela; e incluyendo la grandeza de dejar espacios para esa mayoría chavista democrática y para los chavistas no democráticos que caigan en cuenta que necesitan cambiar.
@joseagilyepes
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