Si algo es proverbial en el gentilicio nuestro, el venezolano, es la capacidad de salir adelante, haciéndole frente a lo que sea. Siempre nos hemos preciado de tener una solución para todo, de ser creativos e ingeniosos, además de echarle piernas al trabajo tanto como sea necesario.
Esa combinación debería ser más que suficiente para que Venezuela fuera una nación pujante y próspera.
Pero en este momento histórico ha faltado un elemento importante: la administración, la gerencia, la dirigencia del país. De nada vale tener la mejor voluntad y el mejor de los talentos, si a los millones y millones de potenciales buenos trabajadores que hay en Venezuela, se les coloca una montaña de obstáculos a vencer, tras los cuales para colmo no hay recompensa alguna que los motive a luchar.
Es por ello que la valiosa mano de obra nacional ahora le está metiendo el hombro a la riqueza y la prosperidad de otros países, donde por lo demás son bien recibidas la fuerza, el ingenio y la formación de nuestros compatriotas.
Un recurso que vale más que todo el oro del mundo, como bien lo están demostrando en latitudes lejanas, y que aquí estamos perdiendo justamente cuando más lo necesitamos; ante la mirada indolente de quienes podrían y deberían poner fin a esta fuga de talento, que alcanza proporciones de tragedia nacional.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo lanzó a finales del año pasado una campaña para resaltar los aportes de los migrantes tricolores en sus naciones de acogida.
El PNUD ha documentado aportes de compatriotas en varios países y en sectores como emprendimientos, actividad profesional, proyectos sociales y de ayuda a la comunidad, grupos artísticos o culturales y otras áreas.
Por ejemplo, la mano de obra criolla llegó en muy buen momento a la industria cafetalera colombiana, que estaba atravesando por una aguda escasez de trabajadores. Como tituló la revista Semana, “El café colombiano hoy también sabe a Venezuela”. Así lo dijo Carlos Armando Uribe, director de Asuntos Gremiales de la Federación Nacional de Cafeteros.
Y es que la llegada de miles de migrantes venezolanos, ha servido para responder a esta demanda de fuerza laboral en el sector cafetero en Colombia.
Muchos de ellos han encontrado en la recolección de café una fuente de empleo y, a su vez, las cabezas de esta industria han identificado en la fuerza laboral migrante una solución a la falta de recolectores. De hecho, la Federación Nacional de Cafeteros ha visto con muy buenos ojos la regularización de nuestros migrantes.
Más allá, en Perú, el medio digital El Ciudadano asevera que “Mano de obra y capital humano de migrantes venezolanos impulsa crecimiento del PIB peruano”. No es poco decir que el Producto Interno Bruto de un país se dispare gracias al aporte masivo de la mano de obra de compatriotas, mientras el nacional ha sufrido desplomes gigantescos desde hace años.
También un informe de BBVA Research mostró datos del impacto positivo que ha tenido la llegada de estos coterráneos a tierras incas. La mayor parte se encuentra en edad laboralmente activa y registra un número de años de estudios más alto que el promedio de la población peruana, según la citada fuente.
Además, la demanda de bienes y servicios de los inmigrantes venezolanos ha tenido un impacto positivo sobre la economía de la nación andina. Un apuntalamiento de la prosperidad que ha sido consecuencia del trabajo; y que deberíamos estar disfrutando aquí.
Sin embargo, ha terminado beneficiando otras tierras porque aquí esa gente buena que se ha marchado se cansó de luchar contra la injusticia y contra una adversidad completamente evitable.
Por si fuera poco, la Organización Internacional del Trabajo publicó un informe sobre los migrantes y refugiados venezolanos que trabajaron en el sector salud en Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México y Perú.
Basado en una encuesta en línea y entrevistas en toda la región, el informe estima que 20 mil médicos venezolanos han estado trabajando en sus profesiones en estos seis países desde el inicio del COVID-19.
La conclusión recomienda tener una mejor coordinación entre las instituciones que certifican títulos en salud y aquellas que contratan profesionales para apoyar a más venezolanos médicos y enfermeras en los mencionados países de destino, dado el invalorable aporte que sumaron durante los duros años de la pandemia.
Esa es la gente que se nos está yendo. Esos son los venezolanos que estamos perdiendo. Esa es la riqueza humana que se nos está escapando por el desagüe. Porque una administración sin rumbo, un proyecto descabellado, la indolencia y la irresponsabilidad, han eliminado toda posibilidad de retener a la gente talentosa y trabajadora en esta tierra que merece un destino mejor que el que sufre en la actualidad.
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