El pasado sábado 8, en horas tempranas de la noche, la tragedia se abatió sobre Las Tejerías. Lluvias torrenciales, equivalentes según reporte que he leído a las precipitaciones de mas de un mes continuo, provocaron aludes de agua, lodo, rocas y cuanto se encontraba al paso, que en poco tapiaron buena parte de la capital del municipio Santos Michelena.
Cincuenta muertes oficiales a la fecha, poco menos desaparecidos, algo mas de setecientas viviendas afectadas de las cuales trescientos diez y siete completamente derruidas, decenas de comercios y la zona industrial severamente dañada, la red eléctrica, telefónica y las baterías de pozos que surten agua a la localidad con averías considerables, es el balance inicial.
Desde la misma madrugada del domingo 9 se iniciaron labores de auxilio a la población y cada día pasado crece la solidaridad y el apoyo a un pueblo valiente que no se ha dejado vencer por los embates de la naturaleza. Es mucho lo que hay que hacer por la reconstrucción de Las Tejerías y por las tantas familias que sufren las consecuencias de los deslaves, pero tengo confianza que más temprano que tarde sus habitantes, recordando lo perdido incluido los suyos a quienes nunca olvidarán, recuperarán su modo de vivir.
Es imposible describir con palabras la magnitud de la desgracia, pero si es de destacar la solidaridad colectiva que en momentos de infortunio caracteriza a los venezolanos.
Con “estamos unidos en el dolor”, inicié mi intervención en plenaria de la Asamblea Nacional en la cual se consideró lo sucedido, designándose una comisión especial parlamentaria que seguirá y apoyará en todo lo posible el complejo proceso de normalización y recuperación en “Las Tejerías”.
Viví de cerca la catástrofe de Vargas, hoy La Guaira, en diciembre de 1999. Gobernador de Monagas que era, fui en la avanzada que se hizo presente con decenas de rescatistas, bomberos, personal médico y de seguridad. Recibimos luego a centenares de familias en Maturín y Punta de Mata asegurándoles atención, viviendas, puestos de trabajo. Nunca había sentido tanta unidad de propósito, de las distintas instancias gubernamentales, voluntarios civiles, militares, iglesias. En ese tiempo también nos unimos en el dolor.
Las Tejerías y su gente extraordinaria, saldrá adelante a que dudar y cuando toque evaluar porque fue posible seguramente será necesario señalar que la unidad nacida en el dolor fue fundamental, la unidad sin distingo alguno.
Así debería ser en Venezuela toda: unirnos para convertir a este nuestro país en el mejor del mundo que puede ser. Unirnos para superar tantos problemas y dificultades. Unirnos y dejar atrás tantos odios y luchas fratricidas por lo demás fútiles.
Que el espíritu unitario que se manifiesta en Las Tejerías nos marque a todos es mi ruego a Dios.
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