Se multiplican los reportes de agencias especializadas y expertos acerca de la proximidad de una hambruna planetaria.
Naciones Unidas afirma que la actual situación puede ser una catástrofe en el 2023, FAO asegura que ya estamos frente a la crisis del hambre, el Programa Mundial de Alimentos muestra que casi 900 millones de personas pasan hambre todos los días y que esa cifra puede aumentar en cientos de millones para el año próximo y expertos como Daneille Nieremberg de Food Tank hablan de una “pandemia del hambre” mucho peor que la del COVID 19.
Un buen amigo, Edison Arciniegas, me explica que son 8 las crisis que a la fecha coinciden amenazando a la humanidad:
- La crisis de los cereales especialmente del trigo, por la salida del mercado de entre 17 y 23 % de la producción mundial como resultado de la guerra Ucrania-Rusia;
- La crisis de la Urea, fertilizante de los más utilizado, otra vez por la guerra Ucrania-Rusia que deja fuera del mercado mundial entre el 13 y el 20 % del volumen comercializado antes del estallido de los combates;
- La crisis de los fosfatos, otros fertilizantes de amplio uso, por las limitaciones a las exportaciones de Marruecos responsable de un tercio del mercado mundial;
- La crisis de las oleaginosas, cuya producción mundial cae entre el 7 % y el 9 % resultado de las sequías en el oeste de los Estados Unidos y la gran cuenca de Panamá;
- La crisis del crédito dado el incremento de los tipos de interés que marca la subida reciente por la Reserva Federal norteamericana, la más alta en décadas, replicada o a replicar por los bancos de las principales economías a lo que se suma el riesgo de una recesión global;
- La crisis de los precios de los productos ganaderos con reducciones en la oferta estimada de un 4 % de carne y 6 % de leche, asociada al cambio climático;
- La crisis de los contenedores originada por las medidas restrictivas sanitarias de China que han impactado el costo de los fletes marítimos en algunos casos hasta en 500 %;
- La crisis de los combustibles trepando a precios jamás vistos y amenazado incluso el suministro regular y suficiente.
Muchísima menos disponibilidad de alimentos, precios más elevados, dificultades para la distribución; pareciera que estamos frente a la “tormenta perfecta”.
Pocos días atrás, el Secretario General de Naciones Unidas denunció que el mundo se enfrenta a una nueva realidad a raíz del conflicto en Europa oriental con una altísima probabilidad de “una ola de hambre y miseria sin precedentes” que amenaza dejar “tras de sí un caos social y económico”. Guterres destacó que ningún país quedará al margen de esta crisis que afecta al coste de vida de todas las personas. “Los precios de los alimentos están cerca de máximos históricos. Los precios de los fertilizantes se han duplicado con creces, lo que hace sonar la alarma en todas partes. La falta de fertilizantes hará que la escasez se extienda desde el maíz y el trigo a todos los cultivos básicos, incluido el arroz, con un impacto devastador para miles de millones de personas en Asia y Sudamérica”, vaticinó.
Venezuela posee unas cuarenta millones de hectáreas buenas para la actividad agropecuaria que podrían alimentar a millones en el continente. Voceros gremiales destacan que en el 2021 y en los últimos meses se han producido incrementos importantes en la producción de distintos rubros mientras que la propia vicepresidente ejecutiva informó en la Asamblea Nacional que el autoabastecimiento de alimentos había alcanzado el 89 %. Lo cierto es que pudiera ser más.
Si el gobierno nacional prioriza el suministro de combustible y en especial de diésel para la actividad agropecuaria, implementa un agresivo plan de financiamiento, posible con la baja del encaje a por lo menos 50 % , hace todavía más dura la campaña que ha iniciado para contener las invasiones de tierras por parte de grupos delincuenciales y acelera la devolución de centenares de fundos ocupados, es posible garantizar el 100 % del abastecimiento nacional en los próximos meses y en el mediano plazo exportar excedentes en cifras crecientes que contribuirían significativamente a evitar una hambruna generalizada, por lo menos en Latinoamérica.
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