Este 28 de marzo, conmemoramos 271 años del nacimiento de Francisco de Miranda. En este año bicentenario de la emancipación de varios países latinoamericanos, es necesario darle el lugar que se ganó con su sana locura, arrojo y consecuencia el precursor de la independencia americana.
23 años mayor que Simón Bolívar, era ya para aquella época, con esperanza de vida muy distinta de la actual, un anciano soñador y consecuente. Nos imaginamos las contradicciones en la junta patriótica, la diferencia de edad y la fogosidad y fuerza de su experiencia, en la búsqueda incesante de apoyo para el sueño de la libertad y el establecimiento autónomo de las patrias nuevas.
Iniciando la guerra, ya oímos de sus desavenencias con los estilos de las guerras nuestras, tan particulares como es nuestra forma de ser, nuestra cultura, nuestra mezcla genética. Muy diversa de las guerras organizadas, de los mandos establecidos y las costumbres militares de los ejércitos de la Europa Oriental y Occidental.
Constancia, perseverancia, parecen ser las marcas más importantes de su personalidad. Le debemos el plan de la patria grande, la Colombia que va desde los confines de Paria hasta el sur de Guayaquil, en los límites con el Perú. Le debemos la bandera, el tricolor que ondea todavía en nuestras naciones divididas por intereses que siguen inquietando en el sepulcro al padre Libertador.
Miranda es mucho más que la historia de una desdicha, es la idea y la lucha consecuente por libertad y por patria digna, soberana. Perseguido, incomprendido. Las élites y los conquistadores que no se resignan, lo mostraban más en el lecho de La Carraca, posiblemente para exponer como terminan los sueños de libertad en independencia. Nosotros, bolivarianos, debemos representarlo erguido, mirando el porvenir que todavía nos corresponde construir sobre dificultades, con las manos y corazones, la felicidad de la patria que nos enseñó, es la mejor razón de un ser humano.
Este domingo, en conjunto con la Agregaduría Militar de nuestro país en México, colocamos en la escuela de guerra del Ejército Mexicano, un busto de Francisco de Miranda. Igual recibimos una clase magistral sobre nuestro héroe nacional por parte de Carmencita Bohórquez, ella se ha dedicado por años a desempolvar y colocar en su justo lugar la vida y obra del precursor de la independencia de América.
Nos llena de alegría y de orgullo, con la presencia de representantes de México, de patrias que lo vieron luchar, colocar su busto y rendirle homenaje de agradecimiento y de recuerdo.
En la placa conmemorativa, colocamos una frase de su autoría que nos comprometen con su memoria: «Lograr el bienestar de la patria es la cúspide de la existencia humana«.
Honrar a Miranda, es honrar la historia que los cobija como pueblo, superar los escollos, salir del dolor sentido cuando fue capturado por los mismos oficiales de su ejército para ser entregado luego a sus enemigos españoles: «Bochinche, Bochinche, está gente no sabe hacer más que bochinche».
Unidad, trabajo, dedicación, amor a lo nuestro, es buen aporte a la memoria inmortal del único Gran Colombiano con su nombre grabado en el Arco de Triunfo.
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