Los extremismos, sean político-ideológicos, religiosos, sexistas, regionalistas, étnico-raciales o de cualquier otra índole tienen como características fundamentales el maximizar un valor y minimizar otro.
Por esto último, siempre plantean un culpable o chivo expiatorio, sean estos judíos, empresarios, políticos, religiones, razas, etc.
Cada extremismo opera como un grupo cuyas relaciones son de solidaridad automática entre los miembros del grupo propio y de desconfianza o agresividad hacia el grupo ajeno (Emile Durkheim).
De esta manera los extremismos y extremistas polarizan a la sociedad y plantean relaciones del tipo “conmigo o contra mí.” Lo cual supone el encumbramiento del grupo extremista y la minimización, sumisión o desaparición de algún contrario.
Los resultados de todo extremismo conocido son el conflicto, la marginación, el autoritarismo y, bien sea la estabilidad por sumisión bajo un régimen represivo, o la inestabilidad político-social. Obsérvese pues la desaparición de los regímenes nazi, comunistas-estatistas y la inestabilidad de las dictaduras. De igual manera desaparecieron los regímenes basados en exclusivismos religiosos, por ejemplo, en la Edad Media.
El predominio de un grupo sobre los demás podía intentarse en comunidades tradicionales, con una escasa división del trabajo. Pero intentarlo en una sociedad moderna con una alta división del trabajo es impertinente; un proyecto condenado al fracaso. La sociedad moderna es plural por excelencia debido a que el desarrollo tecnológico conlleva a la producción de excedentes, lo cual permite la división social del trabajo y, con ello, la necesidad de armonizar intereses diferentes. Por ello en la sociedad moderna la pregunta clave en las relaciones entre sectores o grupos sociales NO es ¿quién tiene la razón?, sino ¿cómo nos ponemos de acuerdo?
En el mundo actual, se observa que los países más desarrollados, de mejor calidad de vida para la mayoría de sus habitantes, de menores diferencias socioeconómicas y políticamente más estables responden al modelo democrático liberal plural. Las sociedades de estos países han entendido y llegado a un gran pacto social según el cual las diferencias se aceptan, buscando la mayor cooperación o complementariedad entre los diversos grupos. Desafortunadamente, los países así desarrollados son una minoría.
Los demás países nos debatimos entre tres alternativas más. La mayoría somos pseudo democracias (con un grupo hegemónico, elecciones sesgadas, clientelismo, grandes diferencias socioeconómicas, estabilidad por represión o inestabilidad). Una minoría de otros países son dictaduras abiertas, sin veleidades que disfracen sus defectos, pero siempre terminan desestabilizándose y sustituidas por intentos más o menos sinceros de implantar democracias. Por último, existe un modelo teórico liberal extremo, de máximas libertades y escasa solidaridad entre grupos que no tiene vigencia en ningún país. Esto, posiblemente porque el individualismo extremo no facilita la articulación de grupos que impongan un cierto orden social.
Obviamente, los demócratas liberales buscan la coexistencia entre actores o segmentos diferentes y complementarios, lo cual supone un reparto del poder político; mientras que los no liberales buscan igualar a todos los miembros de la sociedad bajo un régimen autoritario dirigido por un grupo hegemónico que busca, a toda costa, compartir el poder político, y sus beneficios. Estos dos enfoques son los que precisamente se están jugando el todo por el todo en la guerra en Ucrania y cuyo resultado afectará a todo el mundo pues está en juego el predominio de la Democracia Liberal de Occidente o el de los regímenes Autoritarios de Oriente.
@joseagilyepes
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