Pronto harán dos años cuando la Asamblea Nacional, legítimamente electa en diciembre de 2020, designó la Comisión para el Diálogo, la Paz y la Reconciliación, presidida por Jorge Rodríguez Gómez.
Precedida por la Mesa de Diálogo Nacional por la Convivencia que resultó de la firma, en septiembre de 2019, de acuerdo entre representantes del gobierno y la oposición orientado a la consecución de medidas que garantizaran los derechos políticos y socioeconómicos de los venezolanos, la Comisión se ha entregado por entero, en estos últimos veinte y tres meses, a la reinstitucionalización del país lo cual hoy es un logro innegable.
En el transcurrir se han dado una multiplicidad de diálogos, con empresarios, comerciantes y emprendedores, trabajadores y trabajadoras, académicos y estudiantes, iglesias y representantes de medios de comunicación social, comunidades diversas y bien pudiéramos calificar a todos como buenos para Venezuela. Se ha dialogado también con la dirigencia de partidos políticos y en especial con la de las oposiciones, con numerosos encuentros de bajo perfil y otros de mayor visibilidad.
Si a ser cierto no puede cargarse exactamente a la cuenta positiva de la gestión de la Comisión especial del parlamento venezolano, los diálogos de México entre el oficialismo y la autodenominada Plataforma Unitaria y el más reciente convocado por el Presidente Maduro con la Alianza Democrática, que en las pasadas elecciones regionales cosechó, centenares de miles de votos, forman parte de ese empeño de ganar y garantizar la paz que deben ser reconocidos, sin mezquindad.
Recuerdo como hoy, por lo mucho que me impactó, una frase del fallecido José Vicente Rangel: “O dialogamos o nos matamos” que nunca ha perdido vigencia y que quien se precie de querer lo mejor para nuestros connacionales debería tener a cada momento presente: no hay camino distinto al del diálogo para construir el mañana deseado; lo contrario es arriesgarnos a sumergirnos en una espiral de violencia, muerte y destrucción que no es extraña a la historia patria y allí se tiene la tragedia no siempre presente de la guerra federal que se llevó por delante a un tercio de la entonces población venezolana.
El diálogo -más bien diálogos porque para ser exitoso es obligante que incluya a la pluralidad de los sectores de nuestra sociedad- hemos afirmado infinidad de veces que debe priorizar lo económico y lo social, que tiene que darse en un clima de respeto y en el cual las partes dialogantes consensuen decisiones que hagan posible que los venezolanos y venezolanas vivan como merecen, diálogo sincero, constructivo, despojado de odios, apartado de la confrontación.
Ya terminando estas líneas veo la entrevista que me hizo Carlos Fernándes transmitida este lunes. Entre lo tratado abordamos el tema de las oposiciones: “ha sido más fácil -afirmo- que el G4 y la Alianza Democrática se reúnan con el gobierno que lo hagan entre ambos”. Por el futuro de nuestros hijos, ese es un diálogo pendiente que de no darse más temprano que tarde lo cobrarán los pueblos de Venezuela: después, no se quejen.
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