Hasta finales de la Primera Guerra Mundial, el fósil carbón, constituyó la energía primordial para mover las economías el mundo.
El fósil petróleo comenzó, de allí en adelante, progresivamente a desplazar el carbón y lo ha logrado en países industrializados, salvo, para la generación eléctrica, en China e India.
Desde hace medio siglo el fósil gas se incorpora de forma progresiva e importante. Al quemar los combustibles fósiles, se genera el CO2, que en la atmósfera, produce el efecto invernadero. Lo que aumenta la temperatura del planeta y crea el calentamiento global, que derrite las capas de hielo permanente y con ello, aumenta el nivel los mares y los océanos.
Para corregir y revertir este fenómeno, en el acuerdo de París, promovido por la ONU, se establecieron metas para reducir el calentamiento global, que para lograrlo obliga la reducción del uso de combustibles fósiles y su sustitución, por energías renovables, entre ellas, las hidráulicas, solar, eólica y geotermia.
El compromiso es que para el 2050, la emisión de los combustibles fósiles sea balance cero. Es decir, retirar de la atmósfera, el CO2, igual al producido.
Como consecuencia, se desarrollan grandes inversiones, en energías renovables, para las cuales existen recursos financieros disponibles. Se requiere del tiempo para su ejecución, y se irán incorporando progresivamente.
Esto no significa, que para esa fecha 2050, se pueda reemplazar totalmente a la energía fósil.
Sin duda el planeta necesita de controlar las emisiones de gases procedentes de las energías fósiles.
Pero, contrariamente a los que muchos opinan o plantean, para lograrlo se requerirá más tiempo.
Mientras esto llegue a ser una realidad, la consecuencia de la restricción de la oferta, de los combustibles fósiles hace presumir que los precios del barril de petróleo, subirán a niveles mayores a los que hemos conocido.
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