A esta hora de la madrugada que escribo aún no se declara oficialmente concluidos los escrutinios de las elecciones en Turquía. Sin embargo, todo indica que ninguno de los dos principales candidatos en disputa obtendrá más del 50 % de los votos que es condición obligante, tras el referéndum de 2017, para ser proclamado presidente.
Totalizados poco más del 99 %, el presidente Erdogan sumó el 49,4% de los votos mientras que su principal oponente, el candidato de la mayoría de los partidos de oposición, el centroizquierdista Kemal Kiliçdaroglu alcanzó 45,1 %. Lejos, pero con un porcentaje decisivo para lo que viene, el ultranacionalista Sinan Ogan, acumuló el 5,2%.
De las elecciones turcas, sacamos tres lecciones tempranas:
1ra lección: Es votando como se dirime el Poder: a pesar de la denominada deriva autoritaria de Erdogan, contra sus opositores, los turcos apostaron firmemente por las elecciones para dirimir quien les gobernará en los próximos cinco años. Tras una dura campaña, cerca del 90 % de los electores, según Canan Kaftancioglu, presidenta del socialdemócrata CHP, acudieron a las urnas, superando todo proceso anterior. Lo hicieron masivamente tanto en el país como en el extranjero en una jornada que transcurrió, según numerosos observadores internacionales, prácticamente sin incidentes.
Es cierto que en los escrutinios se han multiplicado las impugnaciones, pero esto es algo absolutamente normal en cualquier elección y si no pregúntenle al presidente Trump que a la fecha todavía cuestiona las estadounidenses de 2020.
En sus 20 años como gobernante, Erdogan ha enfrentado insurrecciones, golpes de estado, presiones internacionales, actos de terrorismo, para desbancarlo sin éxito y nadie puede negar que acumula importantes respaldos entre los suyos como también es importante el número de quienes lo adversan. Hablamos de un país altamente polarizado y que mejor prueba que los resultados de los comicios de ayer.
2da lección: cada voto cuenta: la escasa diferencia entre Erdogan y Kiliçdaroglu pone de manifiesto una vez más una verdad de librito: en una elección todo voto cuenta. Muchas veces oímos afirmar al fallecido senador Luis Alfaro Ucero: “Se gana por un voto, se pierde por un voto” y también: “en política no hay subcampeones”.
Sellando alianzas, incansables en campaña, Erdogan y Kiliçdaroglu procuraron hasta el final cada voto y luego contaron con seguidores en las miles de mesas para que hicieran respetar la voluntad popular pero por fuera quedaron los ultra nacionalistas turcos y los kemalistas que ahora son clave para la segunda vuelta. Cualquiera de los dos que hubiese incorporado a Ogan y Alianza Ancestral incluso al casi ni nombrado Muharrem Ince que obtuvo 230.447 votos, o el 0,43 %, quizás hoy sería el triunfador.
3ra lección: nada más valioso que la paz: quien mejor lo ha dicho hasta ahora es Erdogan. “El hecho de que las elecciones del 14 de mayo tuvieran lugar como una gran celebración de la democracia con paz y tranquilidad es una expresión de la madurez democrática de Turquía” afirmó el presidente en ejercicio lo que ha sido evidente: la jornada fue de paz y si bien los próximos días se prevé sean de máxima tensión lo esperable es que la segunda vuelta sea en paz.
«Nada es más valioso que la paz. La paz es el punto de partida más básico para el progreso de la humanidad» proclamó el filósofo budista Daisaku Ikeda.
Si, tras una tumultuosa historia, los turcos cierran sus elecciones presidenciales 2023 en paz, darán una lección al mundo que ojalá repliquemos por estos lares.
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