La pasada semana, por tres días, cincuenta venezolanos y venezolanas de variado signo, provenientes de distintos sectores de la vida nacional -empresarios, académicos, sacerdotes, consultores, comunicadores sociales, representantes de ONG’s y comuneros- con acompañamiento de Naciones Unidas y FAO, nos internamos para analizar e intercambiar iniciativas que nos permitan contribuir para que en Venezuela se alcancen los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los primero de ellos “Hambre Cero” y “Fin de la pobreza”.
«Hambre Cero es una iniciativa global que tiene como objetivo erradicar el hambre en el mundo para el año 2030, enfocándose en mejorar la seguridad alimentaria, la nutrición y el acceso a alimentos suficientes y nutritivos para todas las personas, especialmente las más vulnerables y marginadas. Hambre Cero busca también promover prácticas sostenibles en la producción y consumo de alimentos, y fomentar la colaboración entre gobiernos, organizaciones internacionales, empresas y la sociedad civil para lograr un mundo sin hambre”.
Si bien la insuficiencia de datos verificables dificultó nuestras discusiones, lo cierto es que no quedó duda que, en el marco de la permacrisis que nos azota, el hambre y atada a ella la pobreza son dos realidades que juntos debemos enfrentar y superar.
Entre las muchas expresiones de las jornadas “Venezuela es un país riquísimo empobrecido ahora” reforzó mi convicción que haciendo lo correcto podemos convertirnos en, si no el mejor, uno de los mejores países del mundo.
Más allá del diagnóstico levantado, brutalmente descarnado, lo que sobresalió fue la firme convicción que para derrotar el hambre y la pobreza venezolana el único camino es empeñarnos en consensuar soluciones y marchar de la mano, por encima de banderías partidistas, para que así sea.
Como abatir el hambre y la pobreza no es un mero asunto técnico sino una urgencia profundamente humana conversamos mucho acerca de lo que se necesita hacer, en el marco de una sociedad ferozmente polarizada, para viabilizar los grandes retos que tenemos por delante.
Entendernos, respetarnos, no temer a las tensiones y trabajar con ellas, fortalecer lo que nos une, tender puentes, relacionarnos más allá de las redes, generar esperanza, sumar para el consenso, formular propuestas y pasar a la acción, erradicar la desvaloración del otro y apartar tristezas, fueron algunos de los conceptos -más que palabras- que se consideraron unánimemente deben marcar nuestro accionar.
Nadie debería quedar al margen de un esfuerzo colectivo por que los ODS 2030 sean realidad en Venezuela y en especial las élites políticas -tanto del oficialismo como de las oposiciones-. Si en lugar de dedicar lo mejor de cada uno a la mutua destrucción lo hacemos lograr: Hambre Cero; el fin de la Pobreza; Salud y Bienestar para todos; Educación de calidad; Igualdad de Género; Agua y Saneamiento para cada comunidad; Energía Asequible y No Contaminante; Trabajo decente y crecimiento económico; Industrias resilientes e inclusivas, Innovación e Infraestructuras; Reducción de las desigualdades; Ciudades y Comunidades sostenibles; Producción y consumo responsables; Acción por el clima; Vida submarina y de ecosistemas terrestres; Paz, justicia e instituciones sólidas; Alianzas para lograr los objetivos, Venezuela, a que dudar, será diferente.
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Pues que sean hechos y no palabras xq Venezuela siendo un país tan rico allá tanta pobreza y hambre no lo veo justo primero está el pueblo venezolano xq es el que lleva a todo político a sentarse en una silla ect…bendiciones