Viernes 13 de enero de 2023. El reloj marcaba las 11 de la mañana cuando Erik «El Pollo» Simonato recibió una llamada de un consultor jurídico de Venevisión de parte de la directiva del canal. Trabajaba en los detalles de la transmisión del Miss Universo. Pensó que sus superiores querían hacerle seguimiento a lo que estaba realizando. Caminó rápidamente por aquellos pasillos que guardaban tantas vivencias e historias, hacia la oficina donde lo citaron. No pasó ni un minuto cuando escuchó: «Tenemos que prescindir de tus servicios. Ya no puedes estar más aquí. Por favor, retírate».
Tuvo poco tiempo para meter en una caja algunas de las cosas que tenía en su oficina luego de cuatro décadas de trabajo ininterrumpido en el llamado canal de La Colina. No procesaba lo que estaba ocurriendo: lo habían despedido, sin ninguna explicación, de la que había sido su casa durante 40 años de vida.
Apenas pudo recoger una que otra cosa de su oficina: una agenda y una estatuilla en forma de pollito que le regaló a una de las asistentes que lo escoltaba a la salida. Mientras, seguridad le quitaba llaves, su carnet y lo que le quedaba de identidad en Venevisión.
Director y productor general del Miss Venezuela; productor ejecutivo de todos programas deportivos de la planta, como el Mundial de Fútbol y las transmisiones del beisbol profesional venezolano; director de programas de variedades incluyendo Sábado Sensacional y todo lo que implica la Temporada de la belleza; director y productor de las cuñas de Navidad. Un currículum que, asegura, merecía respeto.
«No fue justo. Jamás merecí la forma en cómo me informaron las cosas. Tal vez no soy el más idóneo para ejercer el trabajo que ellos deseaban, pero esa no es excusa para tratar a alguien como lo hicieron conmigo», aseguró Simonato.
Su salida, así otras que incluyen al también reconocido Hugo Carregal, fue decisión de una nueva administración que, según se dice, cambiará el curso de la historia de Venevisión y su programación. El canal sacará del aire espacios como Atómico. Cada día, más y más talentos dejan de verse por sus pasillos, los influencers y modelos hacen castings esperando una nueva oportunidad en otra revolución que prepara Venevisión.
—¿Cómo está Erik Simonato?
—Estoy bien (encogiéndose de hombros y sonriendo). Mejor de lo que muchos creen.
—¿Encontró las palabras que necesitaba para hablar sobre su salida de Venevisión?
—Siempre las tuve, pero sucede que no soy un hombre mediático. No me gusta la polémica y mucho menos que el escándalo esté ligado a mi nombre. Toda mi vida me cuidé de eso. Sin embargo, aquí estamos, prometiendo que esta será la única vez, primera y última, que hablaré tan claro sobre el asunto.
El niño que amaba los caballos
Erik «El Pollo» Simonato» nació en el Líbano en 1954. Llegó a Caracas a los 5 años y comenzó en el ambiente de la televisión cuando tenía 17. Su familia vivía con lo justo así que tuvo que trabajar desde muy joven. En una tienda de ropa donde laboraba conoció a un productor de Venezolana de Televisión (VTV), quien le ofreció unirse a su departamento de vestuario. El Canal 8, para la época, era una referencia.
No pensó jamás ser director de televisión. Su sueño era ser preparador de caballos. Siempre le llamaron la atención, pero no desde el punto de vista de las apuestas sino del espectáculo. Sus padres no pudieron pagarle los estudios de veterinaria. Además, no logró graduarse de bachiller. Cursó hasta tercer año. Tenía 14 años.
Ya en la televisión, de asistente pasó a ser office boy del departamento de administración de VTV. «Recuerdo que mi horario era de 8:00 am a 6:00 pm. Yo llegaba al canal a las 6:00 am en punto y me metía en los estudios para saber qué pasaba; esa fue la primera vez que se despertó en mí el gusanito por la producción. De la televisión, solo sabía que se prendía y se apagaba. Más nada».
Su interés por aprender llamó la atención de personas importantes, quienes para ese momento pensaron y creyeron en él, abriéndole las puertas. Se fue formando: hizo cursos de camarógrafo, de iluminación y de coordinación hasta que llegó a ser director de un breve segmento musical en El Show de Renny, momento exacto que marcaría su futuro profesional. «Nunca lo ventilé (se le aguaron los ojos), así que aprovecharé la oportunidad: lo que soy, se lo debo al señor Luis Rengruber, de VTV, y a Renny Otolina».
—¿Existe alguna diferencia entre Erik Simonato y «El Pollo»?
—No hay ninguna diferencia. Ambos somos exactamente iguales (risas). Los dos tienen las misas virtudes y los mismos defectos. Yo nunca separé mi nombre de mi sobrenombre. Creo que no era ni justo ni necesario en ese momento. Tampoco lo es ahora.
El Canal de La Colina
—¿Por qué cree que lo despidieron de Venevisión?
—Mira, siendo sincero, yo tenía intenciones de renunciar desde finales de 2022. Iba a poner mi cargo a la orden porque quería experimentar otro tipo de cosas. Creía que lo que estaba haciendo en la planta era un ciclo que se había cerrado. Sin embargo, me obligué a seguir por la enfermedad que en ese momento padecía mi gran amigo Ricardo Di Salvatore. Nuestra afinidad era evidente, no solo porque era su sobrino, hijo de mi hermana mayor. Fui yo quien lo llevé a trabajar a Venevisión. Así pues, por respeto a él, continué hasta que en 2023 tuve que enfrentarme con una dura realidad cuando me despidieron. Aclaro: no fue que me echaran, sino cómo lo hicieron. Me tropecé con piedras y pasé por cientos de policías acostados y paradas. Finalmente, puedo dar fe del dicho que tanto repetí: en la bajada de Tazón, hay cuatro rampas de frenado; yo había pasado 3, solo me quedaba una. Llegué a la última rampa de frenado comenzando el año.
—¿Puede hablar del panorama que existía antes de su salida?
—El otro día veía un post que publicó Leonardo Villalobos en Instagram. Subió una fotografía de cuando trabajó en Portada’s con Chiquinquirá (Delgado) y Mariángel (Ruíz). Rezaba: Qué bonito fue trabajar en la época de la televisión de oro en Venezuela. A lo que respondí, gracias a Dios yo estuve ahí. Creo que la época de la televisión, buena, regular o mala, siempre va a existir. A lo mejor, en algún momento, todos los canales pudieron haber hecho TV de la buena porque también gozábamos de abundancia. Cuando hay abundancia no se ve pa’trás. Cuando escasea, empiezan a aparecer los defectos, pero solo de parte de los empleados, no de la persona que te emplea. Los cargos o los puestos de las personas que son manejados por alguien más, siempre quieren ser los dueños de la verdad, pero el único que tiene ese control es ese señor de allá arriba (señalando hacia el cielo). Él es quien te dice para dónde vas a agarrar y para dónde no a medida que el tiempo va pasando. La cosa es simple: no hay producción. Desde 2013 puedo decirte con confianza que la televisión se vino abajo, como jamás se creyó posible. A eso atribúyele que la que existía fue brillantemente manejada por un señor llamado Joaquín Riviera, un grande que marcó un antes y un después en la televisión venezolana. Nosotros quisimos seguir esos pasos, pero sin la pomposidad que lo caracterizaba a él, independientemente que viniéramos de esa escuela. Fuimos cuatro los responsables de seguir labrando este camino en el canal: Ricardo Di Salvatore, quien falleció hace unos 8 meses; Vicente Alvarado, que estuvo trabajando con nosotros pero que se abrió camino en otra parte (actualmente está produciendo un programa en La Tele Tuya); la señora Peggy Navarro, quien tuvo que renunciar por problemas de carácter y personalidad y la única persona longeva que quedaba era yo. Al Vicente y Peggy ser los primeros en abandonar el barco, Ricardo asumió como productor y, entre los dos, llevábamos la batuta de los programas. Palabras más, palabras menos, tampoco fuimos personas fáciles de llevar; no fuimos nunca moneditas de oro para caerle bien a todo el mundo.
—Pero y el profesionalismo, ¿dónde queda?
—Una cosa es ser profesional y otra es que no estén dispuestos a soportar mi carácter o el de cualquiera. A veces incomodábamos las bisagras de las puertas, pero lo fuimos soportando y llevando hasta donde pudimos. Lamentablemente, cuando murió Ricardo es cuando asumo el rol de productor, pero no ejecutivo ni general, porque en el mismo momento que Ricardo enfermó, la junta directiva del canal decidió poner a la cabeza al señor Hugo Carregal. Partiendo de allí, condujimos el bote hasta el 16 de noviembre de 2022, el final del apocalipsis como yo lo llamo. Con obstáculos, piedras en el camino, críticas, mucha envidia; mucho de «no te metas en mi trabajo, no te metas en esto y lo otro». Pero lo fuimos llevando.
—¿Ha tenido alguna reunión nueva con la gente de Venevisión? ¿Le han dado alguna explicación?
—Desde el 13 de enero de 2023 estoy en las mismas: no sé qué pasó. No sé si hice algo malo, no tuve nunca ese feedback. No he tenido la satisfacción de saber nada. Jamás tuvieron ni la delicadeza de decirme si lo que hice desde hace tantos años valió la pena o no. Y no para mí, sino para ellos. Porque para mí, lo valió. Sin embargo, pudiese sacar una conclusión: salieron de mí por la edad, porque consideran que soy viejo. Se inventaron alguna falta o historia falsa de algo que pude haber hecho (se le aguaron ojos), porque yo, más honrado no pude ser en todo este tiempo.
—¿Considera, tal vez, que su trabajo no estuvo a la altura de las expectativas los últimos años?
—Nunca. Siempre cuidé lo que tenía que cuidar. Esa era mi responsabilidad. Por eso es que le doy tantas vueltas a la cabeza y no, no me sale nada que los excuse por haberme despedido. Sin embargo, recalco, no le tengo rencor a Venevisión, más bien he querido darles las gracias a todos los que dejaron huella en mí personalmente y nunca se las pude dar porque hasta eso me quitaron. Existen algunos ejecutivos, por ejemplo, que se merecen mi agradecimiento. Otros definitivamente no, pero al final le doy gracias a Dios por haberme hecho adolescente, hombre y partícipe de los mejores espectáculos en Venezuela, y eso no me lo va a quitar nadie, ni Venevisión.
—¿Nadie le quita lo bailao’ al «Pollo» Simonato?
—No me lo quita ni que venga el que venga (risas), porque tiene que emparejarse y bailar bien pegado para llegar a ser lo que yo fui para el canal. No van a lograr ni la mitad de lo que yo conseguí hacer, eso lo puedo asegurar.
—Muchas personas en el medio consideran que no fue justo lo que le hicieron.
—Creo que, en los ciclos, las etapas pasan y si alguien consideró que yo ya no era la persona que tendría que seguir llevando el rumbo del show, pues bueno, lo aplaudo; pero es no significa que esté totalmente de acuerdo.
—También consideran que usted debió quedarse para enseñar a las nuevas generaciones.
—Qué ironía. Si me preguntan, yo pensaba que al menos me darían esa opción antes de irme. Te puedo decir que antes uno podía llenarse la boca y decir que RCTV fue una gran escuela o Venezolana de Televisión; VV en una época remota también lo fue, pero ahora no.
—¿Le duele lo que pasó?
—(Larga pausa) Uno se repite que pasó la página, pero hay heridas que están suturando apenas y esa es la realidad. Solo puedo decir que en el camino andamos, que en él nos conocemos y en él caminamos. ¿Volver a Venevisión? Nunca me voy a cerrar a esa idea, pero de ser así, yo tendría mis condiciones también… Tendríamos que ver hasta qué punto llegar, apartando todo lo que pasó. Aunque si me lo preguntan, yo creo que nunca lo volverán a hacer. Hay mucho orgullo involucrado.
—¿Así de autócratas fueron tras su salida?
—No tengo por qué mentir. Y te aseguro que no me lo merecía. ¿Haber recibido esa patada? No, no me lo merecía. Recuerdo como si fuera ayer cuando me dijeron: «A partir de este momento la junta directiva prescinde de tus servicios». Y yo: ¿por qué? Y recibí fue silencio. Nunca me explicaron. Solo me dijeron que era una orden. De hecho, los directivos no hablaron nunca conmigo directamente; un consultor jurídico hizo el trabajo sucio. Salí a los pocos minutos, fui directo a mi oficina y recogí lo que pude. Lo que me dejaron tomar. Lo que era mío: una agenda y una estatuilla de un pollito que, ahí mismo, le regalé a la asistente de producción que me escoltaba. «Guárdala de recuerdo», le dije sonriendo. Eso fue el 13 de enero a las 11:00 am. Yo estaba justamente planificando el programa del Miss Universo que venía en vivo dentro de pocos días. De hecho, tenía como 15 días trabajando con Luis Olavarrieta, estábamos encaminados con el proyecto y justamente ese día estaba poniendo en orden todos los videos, las pautas en inglés y los libros de traducción para el voice over. El 16 tenía previsto tomarme algunos días para decidir algunas cosas personales; quería poner en orden mis ideas y saber qué hacer con mi vida. No me dieron chance porque antes de eso me botaron. De hecho, yo inocentemente dije, pero déjenme al menos hacer el programa que está casi listo, pero me dijeron tajantemente que no. «A partir de este momento, te tienes que ir», me notificaron. Salí en menos de lo que canta un gallo y sin explicación alguna. «Ya no puedes estar más aquí», recalcaron. Les tomé la palabra y me fui. Entregué todo lo que tenía pendiente, esperé que subiera la gente de seguridad, entregué mis llaves de la oficina, mi carnet de entrada, hasta les tuve que decir que me revisaran por si acaso. Les dije: Acompáñenme, al menos, al estacionamiento para poder salir. Ya El Pollo Simonato no era nadie en ese canal. Hasta ahí llegué.
—En este momento lo está reviviendo todo: ¿cómo se siente?
—Tengo rabia (pausa larga) No es rabia, perdón. Más bien, impotencia. ¿Pero sabes algo curioso? Nunca me alteré. Me prohibí llegar a ese nivel. Recuerdo que antes de salir, el señor Luis Alba me llamó a su oficina y me dijo que cuando le dieron la tarea de acompañarme, se sintió muy mal. Me dio la mano, justamente, la persona que me llevó al canal un 1 de marzo de 1981. «Cómo es la vida, yo te traigo y ahora te despido», me dijo. Fue ahí cuando me pegó todo. No lo oculto, lloré. Soy bastante sentimental cuando me pegan las cosas; eso no me hace ni más ni menos hombre… Pero la vida continúa. Duré media hora en el canal, como mucho, después que me botaron. Cuando me monté en mi carro, me fui directo a Las Mercedes; necesitaba liberarme así que decidí sentarme en uno de mis restaurantes favoritos, pedí un whisky, tomé un trago, me persigné, miré al cielo y dije: Que sea lo que tú quieras. Y aquí estamos.
—Vaya historia…
—Una novela (soltó en chiste).
—¿Y si le piden que vuelva para recuperar eso que se cree perdido?
—Estoy abierto. Con gusto lo puedo hacer porque todavía me quedan muchas cosas que enseñar, pero luego de que las aguas vuelvan a su cauce; que todo se calme. Puedo decirte con confianza que la edad, para mí, es un número. Algo mental. Tu forma, tu manera y tu desenvolvimiento, lo son todo. Y a mí me queda mucho para dar, gracias a Dios. Sería un gusto que alguien asimilara todo el conocimiento que yo aprendí alguna vez, y sí, estoy a la orden, pero no solo de Venevisión sino de cualquiera. En este momento tengo que darle las gracias a Meridiano TV, al Bloque de Armas más específicamente, porque no tuve ni 48 horas sin trabajo y eso se agradece. Estamos intentando cambiar algunas cosas; evolucionar en otras. Atraer audiencias a través del deporte. Esta será, por ahora, mi casa. Antes me relacionaba con mujeres, peluquería, vestidos brillantes, ballet, coreógrafos, modistos y plumas. Ahora estoy vinculado con todo lo masculino: pelotas, guantes, bates (risas). Si a uno no lo quieren en un sitio, lo quieren en otro.
—¿Dejó amigos en Venevisión?
— Allí no hay amigos, solo conocidos. Este es un mundo que no te permite tenerlos. Te puedo decir que han sido contados con los dedos y me sobran en una mano. Pocos me han llamado en solidaridad con lo que pasó y finalizó con esto, no sé si suene chocante, pero todos están eliminados de mi teléfono. Si me llaman, no sabría quién es. Así de radical me volví.
—¿Todo lo que pasó, valió la pena?
—De mi parte, sí. A lo mejor, del otro lado, no. Aprendí mucho. Demasiado, diría yo. Y una de las cosas fue a valorar a las personas que sirven y diferenciarlas de las que no. Este es un ambiente extremadamente ingrato, porque podemos pensar que existen amigos, pero esa no es necesariamente la realidad.
—¿Qué cree le faltó por hacer y por cumplir en Venevisión?
—No me faltó nada. Además, si hubiese seguido, qué más pudiese haber hecho. Los tiempos que pudimos disfrutar a plenitud, que nos sorprendieron, y las épocas memorables de la televisión, ya no volverán.
—Del canal en el que comenzó, al canal que dejó: cómo fue ser parte de una planta que para gran parte de la sociedad «se vendió al chavismo». ¿Cómo fue trabajar con esa presión?
—La verdad es que no creo haberme visto afectado por nada de eso. Todos los canales han sido abordados por temas políticos en algún momento; lo de la Ley Resorte te permite hacer y no hacer determinadas cosas. Yo, particularmente, en el canal nunca vi ese tipo de politización. Si existía, era un secreto bien guardado; solo si existía. Repito, yo nunca lo vi ni lo presencié. No me afectó.
—Al momento de contactarlo, comentó que no se cree un personaje importante, para, por ejemplo, estar dando entrevistas. ¿Por qué le cuesta verse como esa persona trabajadora y responsable que ven los demás?
—Honestamente, soy una persona muy sencilla. No necesito etiquetas y no sufro de complejos. Sigo siendo el mismo que todos los domingos iba al hipódromo de La Rinconada bien pulido, acomodado y perfumadito, con una Gaceta en la mano. Sigo siendo un hijo de vecino cualquiera. Nunca vi a la gente por encima del hombro. Tampoco he sufrido de superioridad o inferioridad delante de nadie. Soy como me ves en la calle: tranquilo, sencillo y mis logros no me definen. No sufro de esos males de creerse más por un cargo. «El Pollo» Simonato es de los que atesora más el halago de un parquero o un mesonero que un espaldarazo de un ejecutivo. Al menos, el primero es más sincero. En resumidas cuentas, soy un ser normal, como cualquier otro. Y estoy orgulloso de poder seguir trabajando y dándolo todo por hacer bien las cosas.
—¿Ha recibido muchos espaldarazos en su carrea?
—A veces sí y a veces no. Una carta mandada por equis persona, dándote las gracias por el trabajo hecho, sí, puede ser agradable, pero con eso no voy al mercado. Yo no voy a comprar comida gritando que soy «El Pollo» Simonato, hice el Miss Venezuela número 39 y merezco un mercado. No creo en eso.
—Es cierto. Usted dijo en entrevista hace algún tiempo que tiene que seguir «llevando comida a la familia». ¿No es hora de descansar?
—No tengo el suficiente dinero como para agarrar una caña de pescar y hacer un descanso del guerrero, como dicen por ahí. Con lo mucho o poco que me pueda quedar de vida, descansar es justo, pero yo creo que trabajaré por decisión propia hasta mi último día de vida. Eso sin saber cuánto me quede. No tengo más remedio. A lo mejor me tendré que retirar por salud o porque la cabeza no me dé para hacer las cosas como ahora, pero lo decidirá el tiempo, yo no.
— ¿Fue bien remunerado en Venevisión?
— (Silencio) Lo único que puedo decir al respecto es que lo que gano actualmente en Meridiano, lo podía ganar trabajando 2 años sin vacaciones en VV en los últimos tiempos.
—En una palabra, cómo se siente en este momento tras el vuelco que dio su vida.
—Está difícil decirlo… Pero estoy bien.
—Repasando el inicio de esta conversación, comentaba que siempre quiso cambiar de aires, hacer más cosas. ¿Qué se imagina haciendo ahorita?
—En lo que me perfeccioné: hacer espectáculos como un Miss Venezuela o cualquier show grande; en el país no hay nadie que le gane a Venevisión; no hay otro canal que pueda replicar esos espectáculos. Independientemente que yo esté o no. El canal lo seguirá haciendo, ¿Con? Ya verán. Sea bueno, malo o regular; haya dinero o no, en el estudio, el Poliedro o el Teresa Carreño. Lo seguirán haciendo. Venevisión tiene que seguir produciendo sea como sea. Aquí no hay otro canal que vaya a la par de un Miss.
—¿Pero y si se lo propone? ¿Se podría hacer?
—Claro que sí. Si me lo permiten, sí. Sea en VV o donde sea. Estaremos a la orden para cualquier asesoría u opinión en la parte de dirección o donde se me requiera.
—¿Y qué se necesita para lograr eso?
—Dinero. El dinero mueve el mundo, si no hay chequera, las cosas no se pueden hacer. Las intenciones no premian. Para poder hacer, hay que tener. Esta situación país no nos permite hacer grandes puestas en escena, shows o programas porque no hay instituciones que lo aguanten.
—Siendo testigo de la debacle de una industria en el país por razones políticas y económicas. ¿Vale la pena hoy en día estar en un canal de TV en Venezuela?
—Creo que todo tiene una época y un por qué. Lastimosamente, aquí estamos hablando de que, si no hay dinero para invertir en buenas producciones, seguiremos haciendo más de lo mismo y por eso estamos subsistiendo, no evolucionando. Antes, teníamos a los Jackson Five, Yuyito y al Hombre Nuclear en un programa, ¿Hoy a quién? ¿A Bad Bunny? Eso no lo puede pagar nadie aquí… ¿cómo te lo traes?
— Pero, al parecer, están intentándolo traerlo para este año.
— Sí, pero quien lo trae no es la televisión nacional, ¿o sí? Ahí está…
— ¿Y cómo mira la televisión en un momento en el que las plataformas de streaming están revolucionando el medio tal como lo conocimos?
—Los canales abiertos tienen una gran competencia. Los canales de cable nos permiten ver demasiadas cosas de cualquier parte del mundo. Si te pones a repasar, la programación en Venezuela es la misma desde hace 60 años. Te resumo: 6:00 am, el noticiero; a las 7:00 am, un programa de gimnasia o vida saludable; 8:00 am algo con contenido esotérico; una hora después, un programa que lee los periódicos o noticias; desde las 10:00 am hasta las 12 m, un magazine de chismes, moda y variedades; justo al mediodía, el noticiero de nuevo; de 1:00 a 3:00, novelas; a las 4:00, un programa juvenil y, finalmente, entre las 7 y las 10, novelas. ¿La fórmula es la adecuada? No lo sé. No estoy hablando que sea buena o mala, pero nadie se atreve a cambiarla. Aunque digo que, si a lo mejor nos atreviéramos, podríamos ver más variedad. Solo habría que tirar la primera piedra.
—¿Entonces usted ve algo de televisión nacional hoy día?
—No. Pero te aseguro que no tiene tampoco mucho que ver con la situación actual. Yo no veo lo que «El Pollo» Simonato ha hecho. Siempre he dicho: hecho está y ahí murió.
—¿Algo rescatable?
—Puede haber, el producto está, pero podría ser mucho mejor.
—¿Del Miss Venezuela, qué rescata?
—Fueron 39 temporadas que hice el Miss Venezuela y 24 mujeres diferentes a las que nunca vi como objetos. Tanto así, que tengo muchas amigas que son mises a las que respeto infinitamente. Eso lo atesoro, pero también la disciplina y la responsabilidad que nos enseñó el gran Joaquín Riviera. Si carecemos de alguna de las dos, no llegaremos a ninguna parte. Los egos hay que apartarlos; debemos agarrarlos, guardarlos en una gaveta y encerrarlos con llave para tratar de hacer las cosas bien. La gente solo va a hablar de ti si eres respetuoso, un ejemplo a seguir y si lo que estás haciendo respeta cualquier tipo de opinión que exista.
—¿Y qué consejo les daría a esas personas que hoy jóvenes, como usted en su momento, quieren hacer carrera en la industria de la televisión?
—Lo primero es preguntar y aceptar. Saber escuchar. Ver y aprender sin sacar conclusiones. Además, nada es como parece en este mundo. Aquí no vale el ego. Yo puedo ser muy arrecho dirigiendo un programa, pero si –por ejemplo– no cuentas con apoyo técnico, nada sirve. Los técnicos y los camarógrafos tienen que hablar tu mismo idioma. No eres nada sin ellos. Esto no es un juego, te tiene que correr la sangre y la pasión por esta profesión por las venas. Debes aprender también a mandar a la mierda a quien tengas que mandar, pero al mismo tiempo abrazarlos porque todo es consecuencia de cada uno. Estamos conectados.
—¿Cómo se define hoy?
—Como un ser corriente que cree que las cosas pasan por algo.
—¿Y este ser común y corriente, a qué le teme?
— ¿Ahorita? (reflexiona pausadamente, sonríe) A nada.
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