Con la presencia de la familia real británica, jefes de Estado y realeza de otros países, este lunes 19 de septiembre se llevó a cabo el funeral de Estado de la reina Isabel II en la Abadía de Westminster, en el centro de Londres (Inglaterra).
El féretro con los restos de la soberana se transportó desde el Salón de Westminster (en el Parlamento) en una cureña tirada por más de 100 marineros de la Marina británica.
De acuerdo con la agencia de noticias EFE, el rey Carlos III y sus tres hermanos (la princesa Ana y los príncipes Andrés y Eduardo), así como los príncipes Guillermo y Enrique, nietos de Isabel II, caminaron junto al féretro. Los príncipes Jorge y Carlota desfilaron asimismo al lado de sus padres, los príncipes de Gales.
Ceremonia de despedida
Durante el funeral, el ataúd de la reina permaneció cubierto con el Estandarte real, la corona imperial, el orbe real (pieza que representa al mundo cristiano), el cetro de oro (que simboliza el poder) y una corona de flores.
La ceremonia de despedida estuvo a cargo del deán de Westminster, David Hoyle. El sacerdote destacó la dedicación de Isabel II como jefa de Estado durante siete décadas, antes de pronunciar la bendición.
“Aquí, donde la reina Isabel II se casó y se coronó, nos reunimos venidos de toda la nación, de la Commonwealth (Mancomunidad Británica de Naciones), y de todas las naciones del mundo para llorar nuestra pérdida, recordar su larga vida de servicio desinteresado, y con confianza comprometerse a la gracia de Dios, nuestro creador y redentor”, señaló el reverendo Hoyle al iniciar la ceremonia.
Hoyle añadió: “Con afecto, recordamos su amor por su familia y su compromiso por las causas que apoyaba”.
Por su parte, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, brindó el sermón sobre la vocación de servicio que distinguió a Isabel II, quien murió a los 96 años de edad el 8 de septiembre, tras 70 años en el trono del Reino Unido.
El duelo de este día, sentido no solo por la familia de la reina fallecida, sino por toda la nación, la Commonwealth y el mundo, proviene de su vida plena y de su amoroso servicio, que se nos han ido”, indicó el religioso.
En la ceremonia, la primera ministra británica, Liz Truss, leyó un fragmento del Evangelio de Juan frente a los miembros de la realeza y jefes de Estado.
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre, sino a través de mí. Si me habéis conocido, habréis conocido también al Padre”, dijo la ministra.
Patricia Scotland, secretaria general de la Mancomunidad de Naciones, también leyó un fragmento de la Biblia durante la ceremonia.
Él debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo que debe destruir es la muerte, porque es necesario que lo corruptible se vista incorrupción y lo mortal se vista de inmortalidad”, indicó la diplomática.
Coro de la abadía de Westminster
El funeral de la reina Isabel II fue amenizado por el coro de niños de la abadía de Westminster y el de la Capilla real del palacio de St James, bajo la dirección del organista James O’Donnell.
Cuando el féretro era introducido al interior de la abadía y puesto frente al altar, el coro de la Abadía de Westminster entonó las tradicionales estrofas conocidas como “The Sentences”, con música del compositor inglés William Croft. La canción es interpretada en todos los funerales de Estado celebrados en el Reino Unido desde comienzos del siglo XVIII.
El primer himno que sonó en la ceremonia fue “The day thou gavest, Lord, is ended”. Además, el coro cantó el Salmo 42, el cual fue escrito especialmente para el funeral por Judith Weir.
En la abadía también se entonó el himno que sonó en la boda de la soberana con Felipe de Mountbatten, en 1947. La canción, “The Lord’s my shepherd, I’ll not want”, está basada en el Salmo 23.
Cortejo recorrió el centro de Londres
Al finalizar el servicio religioso, en la abadía se entonó el himno nacional “Dios salve al Rey”. Posteriormente, el ataúd de la soberana fue tirado por los marineros al son de las gaitas de regimientos escoceses e irlandeses, que llevaban sus coloridos trajes de ceremonial.
El féretro salió del templo hacia el arco de Wellington, donde sus restos se transfirieron a un coche fúnebre para llevar los restos de la soberana al castillo de Windsor, a las afueras de Londres.
Durante la procesión, el Big Ben, la tradicional campana de la torre del palacio de Westminster, sonó a intervalos de un minuto.
El cortejo fúnebre de la monarca Isabel II avanzó por el centro de Londres. La Real Policía Montada de Canadá encabezó la marcha fúnebre de Isabel II a la salida de la abadía de Westminster, que tambien estuvo acompañada por miembros de las fuerzas armadas del Reino Unido y países de la Commonwealth, representantes de la Policía británica y del servicio de salud pública (NHS, en inglés).
Mientras que Carlos III caminó junto con otros miembros de la familia real; la reina consorte, Camila; la princesa de Gales, Catalina; y la duquesa de Sussex, Meghan, siguieron el cortejo en coche.
En un ambiente de profundo silencio, miles de personas se colocaron a los lados de las calles para observar el féretro de la reina Isabel II pasar.
El recorrido finalizó con la ceremonia familiar y privada de la realeza en la Capilla San Jorge, en Windsor.
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