Decenas de miles de personas hacen cola en la orilla sur del Támesis para acceder a la capilla ardiente instalada en el salón Westminster Hall del Parlamento británico, donde el ataúd de la reina Isabel II estará durante cuatro días, antes del funeral de Estado.
El lunes 19, el féretro será trasladado a la cercana abadía de Westminster para el último acto fúnebre en honor a la monarca, al que asistirán dignatarios de todo el mundo.
La corona imperial británica, colocada sobre el féretro de Isabel II durante la procesión que el miércoles la llevó del palacio de Buckingham hasta Westminster, es una de las piezas de orfebrería cubiertas de piedras preciosas más famosas del mundo y un símbolo del poder real.
A través del enlace de la BBC C se transmitirá en vivo lo que ocurre dentro de la capilla, a fin de facilitar que quienes estén en el extranjero o no puedan desplazarse tengan también la oportunidad de rendir tributo a la reina.
La reina, fallecida el pasado jueves a los 96 años, yace en un catafalco cubierto con el estandarte real, con la corona imperial encima, en el edificio más antiguo del complejo parlamentario, velada por guardias y, en ocasiones, miembros de su familia.
Más de 24 horas de espera para ser los primeros en ver el féretro de la reina. Una odisea que no frenó el ímpetu de miles de personas que se arremolinaron en torno al Embarcadero Albert de Londres para conseguir un sitio en la preciada cola, a la que no venció ni el paso del tiempo, ni el sudor ni las lágrimas.
«Es el momento para estar aquí», dijo una de las primeras curiosas que cruzaba el puente de Westminster por la mañana para dirigirse a la cola. «No vamos a tener otra reina, teníamos que venir», aseguró, igual que dos mujeres llegadas desde el norte de Inglaterra especialmente para la ocasión.
Su pronóstico era más optimista que los que dejen para última hora unirse a la fila. El Gobierno británico ha augurado hasta 30 horas de espera para aquellas personas que lleguen al final de una hilera que se espera que alcance las 10 millas de longitud -15 kilómetros- y que prácticamente cruce el centro de Londres por la circunvalación del Támesis.
El cansancio era visible en la cara de la gente que aguardaba cerca del puente de Lambreth, como lo era también las miradas de esperanza y alegría cuando los voluntarios comenzaron a repartir las pulseras que dan luz verde al acceso a la capilla ardiente. Estos brazaletes comenzaron con el color amarillo y con un número distintivo en ellos e irán variando con el paso de las horas y los días, para evitar escenas como las ocurridas en Edimburgo, cuando una mujer llegó a acumular siete pulseras para pasar siete veces a ver a la reina.
El Gobierno recomendó que no se utilicen sillas plegables, puesto que la cola no parará de avanzar. Recomiendan las autoridades también que traigan, para la espera, agua, comida, medicamentos (si los necesitaran) y cargadores portátiles de móvil.
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