Escribo estas líneas mientras delegados de Ucrania y Rusia se sientan a dialogar en un lugar sin identificar de la región de Gomel en la frontera bielorrusa. Imposible pronosticar que resultará, pero lo más elemental, que evitaría la continuidad de un escalamiento del conflicto, sería el cese al fuego con una tregua mientras se negocia.
Es cierto que las expectativas son pocas, pero lo que está en juego va mucho más allá de la suerte de los ucranianos, e incluso de Europa: es el futuro del planeta y la de la vida humana tal como la concebimos hoy.
No se trata sólo de la amenaza nuclear no tan velada por parte de distintos voceros rusos. Cualquiera medianamente informado sabe que no es una bravuconada la afirmación de horas atrás en la televisión moscovita que sólo en sus submarinos tenían ojivas capaces de destruir a Estados Unidos y Europa de una vez.
Expertos señalan que Rusia cuenta con unas 5,977 armas atómicas bastante más que las 3,750 que posee Estados Unidos y/o que las 290 de Francia, 225 de Reino Unido y entre 100 y 200 de Israel, adalides los cuatro de la causa occidental, con por lo menos veinte veces, cada una, la capacidad de destrucción de la bomba de Hiroshima.
Vale afirmar, recordando de memoria una frase que entiendo es de Einstein: “Si hay tercera guerra mundial, la cuarta será a garrotazos” y que no se crea nadie el cuento que es posible una “guerra nuclear de baja intensidad”.
Rusia y Estados Unidos han utilizado en infinidad de ocasiones el concepto MAD: Mutually Assured Destruction o Destrucción Mutua Asegurada para frenar sus impulsos guerreristas aún en momentos de las más alta tensión; rogamos a Dios que continúe siendo así y que no venga un MAD, que es loco en inglés, a pisar el botón nuclear.
No es la posibilidad del holocausto nuclear lo único que debe alarmarnos. En el caso de prolongarse el conflicto entre Ucrania y Rusia la economía mundial, apenas recuperándose de los efectos de la pandemia, pudiera colapsar sumergiendo a millones en un sinfín de dificultades entre las cuales no sería extraña una hambruna generalizada.
Ningún país escapará de las consecuencias de la tragedia que se escenifica en el este europeo y ello naturalmente incluye a Venezuela.
Ayer (domingo) conversé largamente con más que un amigo, un hermano con quien comparto visiones y conceptos. De la confrontación ucraniana-rusa saltamos a los recurrentes enfrentamientos locales: “no avanzaremos como país en permanente conflicto, debemos reconocernos, respetarnos y cohabitar, no existe posibilidad de extinguir el uno al otro” señalo tajante para agregar que “en base a ello, será posible construir el país que queremos”.
Por el mejor mañana de todos es obligante allá y aquí dialogar, negociar y entenderse. En cuanto a Ucrania y Rusia se refiere poco más que angustiarnos y solidarizarnos virtualmente podemos hacer, pero en esta nuestra tierra, en la cual decidimos quedarnos, trabajar, asentar familia, es tanto lo que podemos contribuir para que en un mundo en el cual suenan tambores de guerra, Venezuela sea territorio de paz.
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