La semana pasada, acompañado por un grupo de parlamentarios, pasé varias horas en la hacienda “Santa Teresa”, aledaña a El Consejo y Tejerías.
Según la página web de la Fundación Alberto Vollmer la hacienda “se remonta a finales del siglo XVIII cuando sembradíos de caña de azúcar, añil, cacao y trigo tapizaban los fértiles Valles de Aragua” siendo el Conde de Tovar el primer propietario.De su vientre contamos hoy con los rones “Santa Teresa” de reconocida fama mundial y a la par programas que como “Alcatraz” son un ejemplo de cuanto puede hacer la empresa privada más allá de su propia actividad productiva.
Escasos de tiempo, conocer más del proyecto “Alcatraz” fue el propósito de nuestra visita en procura de, llegado el momento, presentar alternativas para disminuir las tasas delictivas, en mi estado natal, con metodologías no represivas y mucho menos violentas. Destaco que el respeto a los derechos humanos y la capacidad del ser humano de apartarse del mal son para mí convicciones a todo evento.
“Alcatraz” consta de tres fases a través de las cuales los jóvenes, que por varias razones han caído en el delito, se sumergen en el trabajo intensivo, se les inculcan valores, educan para el trabajo, alistan en rugby, son asistidos psicológicamente y realizan trabajo comunitario. Lo del rugby no es una desviación sifrina sino se corresponde con sembrar en los muchachos y las muchachas Integridad, Pasión, Solidaridad, Disciplina y Respeto, características definitorias de este deporte originariamente inglés. La justicia restaurativa y la empleabilidad son claves y garantizan la reinserción.
Alberto Vollmer, el tataranieto de Panchita Rivas y con tal descendiente del héroe de la Batalla de La Victoria y del propio Libertador, nos atiende personalmente en un gesto deferente que valoramos y reafirma nuestra amistad y admiración por él y su familia. Emocionado nos relata experienciasacumuladas a lo largo de varios años en la recuperación de centenares y que dan para escribir un libro. Impresiona lo que han hecho y continúan haciendo.
De las anécdotas que le oímos me movió especialmente la que protagonizaron “Pata Piche” y “El Gordo”, dos jefes de bandas enfrentados que se habían jurado la muerte.
Ante la posibilidad de una cruenta batalla cuyo resultado seguramente sería una carnicería brutal, los extraordinarios profesionales de “Alcatraz”, con Alberto a la cabeza, reunieron a los integrantes de ambas bandas en la antigua casona del Conde de Tovar y luego de varias horas lograron que Pata Piche y El Gordo, frente a frente, se diesen la mano para finalmente verse a los ojos. En ese momento, contó nuestro anfitrión, hubo como una descarga de energía y Pata Piche y El Gordo se abrazaron en medio de los gritos y aplausos de sus partidarios que eran parientes, vecinos, crecidos juntos, antiguos compañeros de escuela y de juegos que la vida había separado hasta el punto que estaban dispuestos a liquidarse mutuamente. Hoy Pata Piche, El Gordo y sus seguidores son amigos y dan lo mejor de si por sus familias y comunidad.
Caía la tarde cuando nos despedimos y sin testigos, le dije a Alberto: ¿Qué te parece si invitas a los lideres de los partidos de oposición de Venezuela y los encierras en la casona del Conde de Tovar, aplicándoles las mismas técnicas que a Pata Piche y El Gordo hasta que se abracen y dispongan a trabajar juntos por el mejor mañana de Venezuela?Por la cara que puso, creo que le entusiasmó la idea.
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