Hasta ahora, ha prevalecido el supuesto de que la oposición pierde las elecciones si presenta más de un candidato en las votaciones para elegir cargos públicos. Las experiencias pasadas así lo corroboran y esto coincide con una matemática muy sencilla: los candidatos de gobierno rondan 20 puntos de preferencia; la abstención es muy alta, habiendo llegado hasta el 90% en las pasadas elecciones de diputados, y, aún con abstenciones menores, entre el 50 – 60% (a lo que tienden las elecciones de noviembre), lo queda para los opositores son unos 30 puntos y, con ellos, deberían ganar. Pero, si la oposición presenta dos o más candidatos, el reparto de esos 30 puntos minimiza sus posibilidades de triunfo.
Esta situación es la que se ha tenido como realidad hasta ahora. Sin embargo, como dicen, “el diablo está en los detalles.” Analicemos esto para ver si no se trata de un mito o, mejor dicho, en qué condiciones esto es un mito y puede aparecer una “tercera vía”.
La matemática anterior se ha cumplido bajo la condición de que la oposición está allí para criticar y cambiar el gobierno. Pero, bajo esta premisa, los opositores caen en el juego del gobierno: la polarización; sin caer en cuenta de que el rechazo a este pleito es la principal razón que dan quienes se autodefinen políticamente como ni-ni (de ninguno de los dos segmentos del mercado político: 60% de la población votante) y como independientes (quienes no se identifican, militan ni simpatizan con ningún partido: el 70% de la población votante). Esto quiere decir que al plantear las opciones electorales bajo el enfoque del “quítate tú pa’poneme yo” se está compitiendo por el favor del 30 al 40% de los votantes, pero alienando al 60-70% de ellos.
Los candidatos no comprometidos con el juego de la polarización y el fracaso de estos 20 años de contrapunteo oficialismo vs. oposición preferiblemente son independientes o no comprometidos con la cúpula de los partidos de oposición, pero también pueden provenir de dichos partidos mientras eviten ser encuadrados psicológicamente bajo la premisa de atacar para cambiar al gobierno y reorienten su oferta electoral hacia acompañar a la gente en la solución de los problemas cotidianos, como promover el emprendimiento, conseguir trabajo y disponer de servicios públicos. El potencial de votos de esta “tercera vía” es mucho mayor que el potencial de los votantes por los partidos y el enfoque tradicional: aproximadamente, 70 a 30%. Inclusive, la mayor parte de quienes sí se identifican con los partidos también necesitan soluciones a sus problemas, sin importarle el color político de quien los solucione.
Una consideración de peso dentro de esta nueva óptica es que la mitad de ese 60 a 70% de ni-ni e independientes está compuesta por ex chavistas. Este cálculo se basa en que los autodefinidos políticamente como “yo soy chavista” han bajado de 44 puntos que dejó Chávez a 12 puntos hoy, y en que la identificación partidista con el PSUV ha bajado de 40 puntos a 10. Esto quiere decir, nada más y nada menos, que cuando los opositores pretenden ganar elecciones atacando al chavismo están alienando a unos 30 puntos de la población votante, o sea a la mitad del mercado potencial de votantes que tiende a abstenerse: Una cosa es que alguien se haya distanciado de su familia y que pueda optar por otra. Pero otra cosa, muy contraproducente, es que un extraño venga a restregárselo en la cara; y sin proponer soluciones. Así no se capta a nadie.
La realidad de que oposición dividida pierde elecciones puede convertirse en un mito si los candidatos no identificados con el gobierno reenfocan su campaña hacia la solución de los problemas cotidianos de la gente, en vez de atacar para cambiar al gobierno. Por su parte, los candidatos de la oposición tradicional, si quieren ganar elecciones, necesitan hacer los mismo: enfocarse a cambiar cómo se gobierna, en vez de querer atacar y cambiar a quien gobierna. Pueden empezar por dejar de llamarse “oposición” y darse un nombre constructivo; por ej., la “Unidad Democrática”.
Estos mismos criterios aplican para los oficialistas. Estos parecen haber caído en cuenta de que no pueden seguir siendo un mal gobierno ya que, en las primarias internas del PSUV, se marginó a sus peores gobernantes para bloquearle el paso a sus candidaturas. Inclusive, dos de ellos recién renunciaron extemporáneamente a sus cargos.
Pareciera que el tiempo de la política para y por los políticos se agotó y que quienes cambien este encuadre psicológico por el de ocuparse de la gente tienen la primera opción, y los resultados electorales serían: Tercera Vía-Oficialista-Opositor. Por el contrario, la peor opción de la oposición sigue siendo ir divididos y con el mismo mensaje de cambiar al gobierno…”pa’ poneme yo”.
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