Las marcas, en particular las afincadas en América Latina, “deben estar en el metaverso” y explorar su potencial de negocio, pese a que aún es un espacio de desigualdad y cuestionamiento ético no regulado, controlado por una sinarquía de corporaciones privadas, coinciden los expertos.
La expresión “metaverso” combina el prefijo griego “meta” -más allá- y del apócope “verso” -derivado de universo- y no es un concepto nuevo: apareció por primera vez en la influyente novela de ciencia ficción “Snow Cash”, de Neal Stephenson, en la que un repartidor en la vida real llamado Hiroaki Hiro se transformaba en un guerrero samurai en el ciberespacio.
Tres décadas después, los expertos explican el “metaverso” como un entorno inmersivo tridimensional compartido por múltiples “usuarios”, en el que se puede interactuar a través de una interpretación digital de la imagen física, conocida como avatar.
Una “nueva era de internet” a la que se accede a través de las redes sociales, que ya es una realidad en los juegos en línea y que avanza hacia el entorno laboral en busca de sustituir las relaciones físicas por experiencias de realidad virtual y aumentada, y el intercambio económico por las criptomonedas en un espacio de marcos legales difusos, alejado de instituciones y gobiernos.
Uno de sus principales dueños es Mark Zuckerberg, propietario de Facebook, quien en septiembre de 2021 invirtió 50 millones de dólares más en investigación global y desarrollo de “la tecnología del metaverso”.
La evolución
“Si pensamos el metaverso como la próxima etapa de lo que vamos a encontrar en internet probablemente nos empecemos a encontrar con que nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestro trabajo, nuestro aprendizaje, empieza a suceder con mucha mayor frecuencia en el metaverso”, explica a Efe Pablo Somer, director de MRM Chile.
Y coincide con otros analistas, como Darío García, de XTB, en que pese a las dudas que genera, “no va a dejar de crecer, por lo que es importante para las marcas“estar en él” y no llegar tarde a eventuales opciones de negocio.
“La consultora Garner pronostica que en 2026, el 25 % de (la población) va pasar una hora al día en el metaverso, y ahí se van a abrir muchos espacios. Vamos a ir incluso más lejos, nos vamos a encontrar con multiverso, que son muchos metatarsos distintos”, vaticina Somer.
Cómo operar en Metaverso
Según el seminario “Observatorio Metaverso: oportunidades comerciales”, organizado este año por el Economista, ya hay más de 160 compañías trabajando con metaversos como otro sistema operativo.
Del resto, la mayor parte están todavía en la primera fase, de exploración, decidiendo si quieren estar presentes y qué representación desean.
Para las siguientes -interoperabilidad y estandarización- encuentran gestoras internacionales que ofrecen ya fondos cotizados (ETF), con una temática de inversión centrada en el metaverso, y que facilitan la diversificación al invertir en diferentes compañías con gran potencial de crecimiento y desarrollo.
Todo a través de la computación, la conexión de redes, plataformas virtuales, desarrolladores de programas y protocolos informáticos, soporte tecnológico, almacenamiento en la nube, comercio electrónico, pagos y transferencias digitales.
Desafío
“El enorme desafío que existe para las marcas a nivel mundial y en Latinoamérica es involucrarnos en ese espacio, animarse a explorar ese espacio porque recién estamos tratando de entender de que va a ir”, explica Somer.
“América Latina tiene un alto grado de uso de las redes sociales y metaverso, pero tiene un bajo grado de desarrollo en torno de esos elementos” si lo comparamos con Asia, la más avanzada, que “viene con un recorrido anterior muy potente (asido a) las superapliciones”, una experiencia que apenas ha llegado a esta zona, añade.
El columnista Andrés Oppenheimer recuerda, por su parte, que Latinoamérica ya perdió el tren de convertirse en “la oficina de soporte administrativo del mundo cuando apareció Internet”, y ahora “no puede perder la oportunidad de convertirse en la fábrica del mundo con el metaverso”.
Nuevos riesgos
Oppenheimer advierte, además, de los peligros que se adivinan, como el aumento de la desigualdad ya que internet y su acceso depende del poder adquisitivo de las personas y el grado de desarrollo de los estados.
“Es probable que la producción de bienes digitales multidimensionales amplíe la brecha tecnológica entre los países ricos y pobres”, subraya.
Somer, por su parte, admite que existen aún cuestionamientos éticos en un entorno, mientras que empresas como Kapwrsky ponen el acento en la seguridad y la privacidad de los datos: en un sistema en el que todo es pirateable y rasteable las grandes inquietudes a resolver son los robos de información, la suplantación de la identidad digital y el fraude.
“Todo el metaverso que conocemos está centralizado por lo tanto la responsabilidad de los contenidos y la auditoría del contenido, la moderación del contenido es de total responsabilidad de las compañías dueñas de esas plataformas. El internet como lo conocemos es un internet privado”, recuerda.
Lea también: WhatsApp estudia nueva forma para actualizar los «Estados»