Todo apunta a que la economía venezolana se mueve hacia un desempeño positivo en el 2022.
Expertos coinciden en cuanto a que el PIB crecerá -con estimaciones que van desde 4 hasta 10 % que sería muy bueno- y que la hiperinflación quedará atrás.
Yo coincido con ellos, pero estoy convencido que la salida de la recurrente crisis que hace ya demasiado azota a los venezolanos pasa por un compromiso del gobierno, los empresarios y el liderazgo político específicamente el opositor, para que sea posible.
Anticipo que las señales que se dan desde el gobierno, el empresariado y un número importante de lideres opositores son positivas si bien es necesario destacar que aún hay radicales empeñados en minar cualquier esfuerzo de reconstrucción nacional y el empeño de mantener instancias de ficción y promover el mantenimiento de las sanciones extranjeras se inscribe en tal.
La responsabilidad más importante para que el despegue sea sostenible corresponde al gobierno cuya obligación primaria es generar confianza, asegurar garantías y otorgar amplias facilidades para que la inversión se vuelque sobre Venezuela y no solo se trata de leyes sino, más allá, de la generación de una cultura para la captación de capitales y la potenciación del sector privado que haga posible la reactivación industrial, turística y agropecuaria.
Inmediatamente después nos ubicamos los políticos opositores. Mientras no haya estabilidad y la confrontación se mantenga en los niveles de guerra de quinta generación será imposible dinamizar la economía venezolana en lo que se requiere para que los estándares de vida de todos mejoren significativamente. Personalmente no entiendo a aquellos que apuestan a la destrucción de lo existente en pos de alcanzar el poder: si fuese el caso ¿Qué país heredarían? ¿Cuánto daño adicional al causado ocasionarán?
El 2022 demanda una dirigencia opositora que coloque a Venezuela por encima de cualquier interés partidario. Pasadas las elecciones de Barinas no será hasta el 2024 cuando los venezolanos volvamos a las urnas a votar y descarto de antemano el revocatorio porque cualquiera “que tenga tres dedos de frente” sabe que es una quimera de ilusos, mas bien una gran irresponsabilidad el siquiera invocarlo dada su inviabilidad. Lo que corresponde entonces amén de diseñar un proyecto de país que reconozcamos no lo tenemos, fortalecer nuestras organizaciones, formar cuadros, conectarnos con la gente, activar en lo social, es coadyuvar para que la civilidad sea constante en el debate que es cierto nunca cesará entre oficialistas y opositores.
Finalmente, empresarios incluyendo emprendedores e inversionistas con nuestros connacionales a la cabeza que conociendo el extraordinario potencial venezolano son los más llamados a resembrar no solo capitales sino mas importante talento y trabajo para que el mañana sea diferente.
Soy optimista, muy optimista para el 2022 y confío podamos juntos hacer mucho por Venezuela.
Lea también: