La pandemia del Covid-19 no ha impedido que los fieles, en su mayoría portugueses, colmaran el santuario de la Virgen de Fátima, que hoy concluye su tradicional peregrinación anual de dos días con un aforo limitado a 7.500 personas en cumplimiento del protocolo de seguridad anticovid en Portugal.
El aforo máximo se alcanzó durante la pasada noche, cuando los peregrinos se concentraron en la gigantesca explanada del santuario para sumarse a la conmemoración del aniversario de los hechos de Cova da Iria, donde, según la tradición católica, unos niños dijeron haber visto una imagen de la virgen.
En la ceremonia nocturna, el cardenal portugués José Tolentino Mendonça pidió a la Virgen de Fátima que la pandemia «no se convierta en una crisis de esperanza».
Para minimizar los riesgos de contagio, la entrada al recinto sólo es posible a través de ocho puertas señalizadas, con dispensadores de gel hidroalcohólico y la explanada está dividida en círculos a los que solo pueden acceder miembros del mismo núcleo familiar.
Fuentes del santuario informaron hoy a Efe que, salvo un grupo de peregrinos llegados de Austria, el resto de fieles proceden de Portugal.
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