Hungría consiguió tres puntos de oro este domingo al vencer 0-1 a Escocia para albergar esperanzas de ser uno de los mejores terceros.
Entre la alarma por Barnabás Varga, evacuado del campo en camilla tras una caída en el minuto 74, en la que quedó aparentemente inconsciente, Hungría alcanzó la tercera posición del grupo A con una victoria a última hora por medio de Csoboth.
Hasta minutos antes, hasta que no le quedó otra que atacar, con un remate al poste incluido, Hungría no se lanzó de verdad a por un triunfo indispensable, que recibió con emoción, pero también dentro de la preocupación derivada del suceso del partido, cuando Varga fue retirado del campo, entre lonas, a la espera de su diagnóstico.
Su imagen en el suelo, inconsciente, desató la alerta sobre el campo en el minuto 68. Sus compañeros se dieron rápidamente cuenta, reclamaron las asistencias, giraron el cuerpo de su compañero para facilitar su respiración y fue atendido sobre el césped durante unos minutos, cubierto el lugar con unas lonas que recordaron tragedias anteriores, como aquel drama de Christian Eriksen en 2021 cuando se desvaneció sobre el terreno.
Finalmente, el delantero fue evacuado del campo en camilla, entre los aplausos del público, tras la revisión de un penalti que el árbitro no concedió.
El encuentro continuó. Quizá la mejor señal de que el estado del atacante no era tan comprometido como para detener definitivamente el choque.
En cualquier caso, fue reemplazado, a la espera de las noticias médicas que informen del estado del futbolista.
Después, su equipo ganó de pronto. No había hecho méritos hasta el tramo final, hasta que se lanzó a por la victoria. Hasta entonces jugó en el cansino ritmo del empate.
Es su primer triunfo en los últimos nueve partidos de la fase final de la Eurocopa. No ganaba en esta competición desde el 14 de junio de 2016. Tres victorias en toda su historia.
Escocia es pura lucha. Un equipo que va al contacto, salta cada balón, pugna como si fuera la última pelota, la más decisiva del encuentro, en cada lance, pero se queda ahí.
En una sucesión de esfuerzos físicos a los que les falta fútbol, criterio, técnica, imaginación y, sobre todo, lo más difícil del fútbol: la precisión que exige cualquier rival, más aún en la Eurocopa.
Hungría tampoco es mucho más. Igual que Escocia va al límite. La fricción fue constante. Las caídas, los golpes, los jugadores por los suelos, resumieron un primer tiempo de poco nivel, sin apenas ocasiones, salvo porque la diferencia es Dominik Szoboszlai, el mejor jugador de todos los que había sobre el campo, la única posibilidad de alterar el desatino sobre el césped, de cambiar el rumbo de un duelo que se movía en la nada. Y necesitaban ganar.
Entre tanta obligación, entre tales circunstancias, los dos equipos quedaron en evidencia. Su capacidad ofensiva, sobre todo, más que el arrojo. Fue un problema de técnica, no de ímpetu o de ganas. Salvo para Szoboszlai. Le faltó constancia.
Cuando intervino, fue todo diferente, como en un centro de falta que cabeceó Orban al larguero. Lo único reseñable, probablemente en posición ilegal de haber sido gol, de todo el primer tiempo. Nada más.
También Sallai colaboró con Szoboszlai en cambiar el partido, cada vez más presente en campo contrario en la segunda parte, sin una sola respuesta convincente más allá de su terreno de Escocia, que corre y pugna mucho, pero juega muy poco. No necesitó mucho para salir un par de veces a la contra y animar el duelo de nuevo en el segundo tiempo.
Nada del otro mundo, nada inquietante para Gulacsi, cuya Hungría sí lanzó la ofensiva en el tramo final, ya en el tiempo añadido cuando exigió dos paradas de Gunn y remató un balón al poste, demostrando que podía haber jugado mucho más mucho antes, aunque aún le alcanzó para ganar en el contragolpe vencedor de Csoboth, que la hizo tercera de grupo entre la preocupación por Varga.
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