Nuevamente la tierra concluye un giro y llega otra vez el 17 de diciembre a convocarnos a la conmemoración de un acontecimiento de enorme tristeza para la República y que debe ser visto en la dimensión histórica y política que simboliza.
Todo 17 de diciembre nos estremece al abordar desde el dolor la fecha en que el Padre de la Patria murió víctima de secuelas por una vida consagrada a la creación y consolidación de la República.
La definición, caracterización y asunción de nuestro ideario de patria no fue un hecho pacífico ni tranquilo. Fue necesario enfrentar con heroísmo, valentía y sacrificio, las acciones de un imperio que durante centurias nos colonizó, arrasando todo aquello que nos era definitorio y que simbolizaba nuestras formas de asumirnos integralmente en la vida.
La presencia europea empezó por desmembrar nuestras visiones cosmogónicas, arrebató dioses y nombres, intentó borrar los registros de nuestras aportaciones culturales y nos caracterizó como salvajes e incapaces de gobernarnos a nosotros mismos.
Nuestras religiones y formas de poblamiento fueron proscritas, y así avanzó un orden colonial que quería eternizarse pero al cual, la acción valiente y colectiva de los venezolanos puso fin.
En ese orden de cosas colonial, nuestro Libertador fue a formarse a Europa, donde las convulsiones políticas que ocurrían, sumadas a la formación política del joven Simón, configuraron un ideario que determinó la militancia en la irreductible causa de la independencia a la cual consagró su vida, convirtiéndose en uno de los más grandes estadistas y soldados que ha conocido la humanidad, pese a que la vocería propagandística imperial, ayer y hoy tratan de impugnarlo, depauperar y calumniar.
Hoy, para honrar al Padre de la Patria, ratificamos nuestro compromiso con sus ideas.
El imperio que nos colonizó y que fue derrotado por nuestro Libertador, así como los imperios que pugnan por dominarnos, cercan, hostigan y castigan a nuestro pueblo con cientos de sanciones. No descansan y cada día vigilan y actúan intentando derrotar el proceso Bolivariano.
17 de diciembre y el legado del Libertador
El Libertador legó el imaginario de libertad y lucha sin cuartel por la Independencia de la Patria.
Las agresiones que hoy articula el imperio estadounidense a través del gobierno de la República Cooperativa de Guyana, exigen recordar desde la acción estratégica a nuestro Libertador. Pareciera que hoy estuviera pronunciando aquellas palabras dichas al agente estadounidense John Irvin, en misiva del 7 de octubre de 1818. Saben ustedes que el agente extranjero reclamaba la devolución de dos goletas estadounidenses que habían sido capturadas por los patriotas en el rio Orinoco intentando entregar armas y municiones al ejército español.
En esa misiva nuestro Libertador señala “No permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población, y el resto que queda, ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende».
Esta indomable valentía nos legó Simón Bolívar, y es la misma que hoy asume el Gobierno y el pueblo de Venezuela ante la reiteración imperial por dominarnos.
Toda fecha vinculada a nuestro Libertador es una cronología que fundamenta nuestra lucha.
Sabemos que el imaginario de la dominación colonial lucha por sobrevivir y se recompone tecnológicamente en el desarrollo de operaciones multidimensionales de poderosos instrumentos propagandísticos que persiguen el mismo objetivo de sometimiento para determinar comportamientos que nos alejen de nuestros procesos históricos de dignidad y lucha antiimperialista.
Hay sectores internos vinculados a intereses extranjeros que tratan de depauperar la figura del Libertador, y por ello y contra eso, ratificamos que toda cronología vinculada a Simón Bolívar es una fecha y un compromiso con la vida y es apropiado decir que Bolívar nace a cada instante, como afirmaba Neruda
“Bolívar, capitán, se divisa tu rostro
otra vez entre pólvora y humo.
Tu espada está naciendo.
Otra vez tu bandera
con sangre se ha bordado…”
Breve fue la vida cronológica de Simón Bolívar, 47 años tenía el 17 de diciembre de 1830 y ninguna figura fue tan luminosa y fulgurante. Él mismo la augura en el poema Mi Delirio sobre el Chimborazo, cuando afirma, dándole voz al tiempo:
“Yo soy el padre de los siglos,
soy el arcano de la fama y del secreto,
mi madre fue la eternidad;
los límites de mi imperio
los señala el infinito.
No hay sepulcro para mí,
porque soy más poderoso que la muerte;
miro lo pasado, miro lo futuro
y por mis manos pasa lo presente”.
En el Congreso de Angostura y en función del diseño de la arquitectura política y jurídica de Colombia, el Libertador define el itinerario del proyecto geopolítico que articulado en la idea de la gran Colombia garantizaría el nacimiento de una poderosa nación que podría enfrentar con éxito los peligros que sobre ella se cernían.
Al señalar la estratégica importancia de la educación, expresaba su claridad en la necesidad del desarrollo de la ciencia, la técnica y las artes como soportes transversales de la república por la que se sacrificaba, ello puede inferirse en sus propias y legendarias palabras cuando afirma “por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza .. La esclavitud es la hija de las tinieblas, un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.
En el mismo Congreso señala una clara conciencia con respecto al sur, lo que pudiéramos considerar una adelantada visión descolonial cuando plantea que las leyes de un país deben expresar su relación con ese mismo país.
Dice el Libertador “..las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad de terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos. He aquí el código que debemos consultar y no el de Washington”.
La clara comprensión geopolítica del Libertador, que le induce a consolidar una nación poderosa, la expresa en el Congreso de Angostura, desde donde sale luego a la consolidación geoestratégica de su proyecto político, avanzando hacia la liberación de la Nueva Granada, determinada por el triunfo de la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819.
En 1821 participó con enorme liderazgo en el Congreso Constituyente que resultó determinante para la Gran Colombia y estructura el Ejército del Sur para abrir operaciones y liberar Ecuador, además de avanzar hacia Venezuela y triunfar en Carabobo en 1821.
Obtenida la Independencia de Venezuela, nuestro Libertador sabía que tenía que consolidarla.
La modificación de la Constitución, en febrero de 1828, en función de construir la estabilidad política severamente menguada por el desarrollo de tendencias y facciones, dio lugar a la excusa que los enemigos del Libertador necesitaban para plantear su arremetida definitiva contra él, y por ello, asesinaron al Mariscal Antonio José de Sucre, negaron la entrada de Bolívar al Departamento de Venezuela y rompieron relaciones con el Departamento de Cundinamarca mientras el Libertador estuviese en ese territorio.
Tales acontecimientos condujeron a que el Libertador renunciara a la presidencia el 27 de abril de 1830 y preparara las condiciones para exiliarse, ya enfermo gravemente. En ese viaje que fue el epílogo de su vida, en Santa Marta conoció al médico Próspero Reverend quien lo atendería hasta su muerte.
Con el paso de los años, tal proceso se tornaría polémico por los contactos y consultas de Reverend con el médico estadounidense Mac Night, quien era cirujano del barco de guerra estadounidense “Grampus”.
En función de su tranquilidad, el enfermo fue trasladado hasta la hacienda San Pedro Alejandrino, propiedad de Joaquín de Mier, donde llegó el seis de diciembre y el 10 del mismo mes, en presencia de Mariano Montilla, José María Carreño y José Laurencio Silva, el Libertador dictó su testamento y también su última proclama.
“Colombianos, habéis presenciado mis esfuerzos por plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés abandonando mi fortuna y aún mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí de que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro.
Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro otra gloria que la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”
El viernes 17 de diciembre de 1830, a la una de la tarde con tres minutos y cincuenta y cinco segundos, falleció nuestro Padre, Simón Bolívar.
Hoy, 17 de diciembre de 2023, 193 años después de su fallecimiento, los bolivarianos, de pie, te miramos con nuestro corazón, padre Libertador, reiterándonos en el compromiso con tu ideario. Aquí estamos mi General, militando en el cumplimiento de sus órdenes, amado General poeta. Sentimos en nuestra alma tu presencia y oímos tu convocatoria en nuestra conciencia.
Este aire del sur, este aire del trópico aún te recuerda, este territorio donde hoy estamos te vio y te sintió.
Escribo para tí desde la ciudad de Maturín, donde estuviste el 31 de octubre de 1818, e incluso tuviste tiempo para firmar el decreto de monedas falsas y contrahechas el 2 de noviembre.
La breve permanencia de Bolívar en Maturín se explica porque iba a reunirse con Santiago Mariño en Guanaguana en función de articular condiciones para el fortalecimiento unitario del ejército.
Simón Bolívar está más vivo que nunca, gallardo y heroico, agita las banderas antiimperialistas.
No muere, al contrario, nace a cada instante.
Por: Miguel Mendoza Barreto.
Jefe Oficina del Historiador de Maturín.
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