Días atrás, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony J. Blinken, pronunció un discurso en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins titulado “El poder y la finalidad de la diplomacia estadounidense en una nueva era”.
A lo largo de su intervención, Blinken habló, tan detalladamente como las reservas propias de su posición seguramente le permitieron, acerca de los lineamientos fundamentales de la política exterior de la administración del Presidente Biden.
Leí y releí la versión del discurso difundido por State Department International Media Engagement y llamó mi atención su absoluta omisión sobre Venezuela.
Blinken saltó de país en país, de continente en continente, describiendo lo que adelanta Estados Unidos para apoyar a naciones en guerra, mediar en crisis de variada naturaleza como la alimentaria, la ambiental y la migratoria, combatir el avance de los carteles de la droga, moldear el exponencial crecimiento de la inteligencia artificial, potenciar el financiamiento a los países más pobres, superar la pandemia del COVID, contener el avance de, en sus palabras, “los beijines y los moscús del mundo que intentan reescribir o derribar los pilares del sistema multilateral”. Ucrania, Rusia, China, Japón, Israel, Europa en su conjunto y con ella la OTAN, Siria, Irak, Ruanda, las dos Coreas, Australia, Filipinas, India, Arabia Saudita, los Emiratos, Canadá, África en la Unión merecieron especial consideración en su intervención pero significativamente Venezuela ni una sola palabra.
¿Cómo interpretar este hecho reciente?
¿Ya no interesamos a los estadounidenses o por lo menos al gobierno estadounidense?
¿Se cansaron de nosotros?
¿Se hastiaron de los que les tumban las puertas para que sean ellos los que resuelvan nuestras diferencias?
Quizás la respuesta está en dos frases de Blinken:
“Un mundo en el que cada nación pueda elegir su propio camino y sus propios socios” afirmó entre varios conceptos al precisar la visión del gobierno. “Así pues, estamos decididos a trabajar con cualquier país, incluso con aquellos con los que discrepamos en cuestiones importantes…” agregó más adelante.
Creo en la conveniencia y en la necesidad del restablecimiento pronto de relaciones plenas con los Estados Unidos, también con la Unión Europea, en un marco del respeto a un principio tan caro como la autodeterminación de los pueblos. Opino a la par que la injerencia de las administraciones Clinton, Trump y Biden, vale decir de demócratas y republicanos, en asuntos que son de nuestra propia y única incumbencia ha impedido que encontremos soluciones entre nosotros que son posibles en el diálogo y el encuentro por cierto más allá de los actores político-partidistas que no son los únicos a los cuales les duele Venezuela.
Parafraseando al actual Secretario de Estado estamos en capacidad de elegir nuestro propio camino y nuestros propios socios en el marco de lo multipolar. En cuanto a nuestro camino debemos decidirlo y recorrerlo preservando sobre cualquier cosa la paz y en el entendimiento.
Como escribiera Dean Acheson, antecesor de Blinken y citado por él, en “Present at the Creation”: “la historia se escribe al revés, pero se vive hacia adelante”. Recordemos el pasado especialmente el reciente, con aciertos y errores, pero construyamos unidos el futuro que merecemos vivir.
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