Pienso que por los años transcurridos de nuestra corta historia nacional, el tema del “Centralismo versus Federación”, ha sido asunto de una discusión que no termina. Ha sido incluso, razón de confrontaciones muy duras, pero insisto es un tema a retomar.
Al margen de los estudios científicos de los historiadores, uno puede arriesgar la idea de que la forma en que culminó la que llamamos «guerra federal”, especialmente la muerte de Ezequiel Zamora y los contenidos de los acuerdos posteriores, pospusieron la definición de aquellas contiendas entre federalistas y centralistas. Quedó en la cinta del Escudo Nacional como un recordatorio para concretar, la construcción del verdadero Estado Federal.
Se impusieron entonces los intereses de las élites caraqueñas y valencianas, al margen de las provincias del interior. Sin resolver la posibilidad del desarrollo provincial sostenido, con aprovechamiento máximo de sus potencialidades.
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Después de la guerra federal y la «invasión de los andinos», viene el Caudillismo. Luego el trabajo del «bagre grande, que se come los peces pequeños», se establece con el Gran Caudillo Nacional, Juan Vicente Gómez.
Así los tachirenses, vistos a veces en Caracas de entonces como lejanos, casi como extranjeros, terminan solamente por tomar el poder, olvidándose de su origen, de las penurias de sus montañas y se dedican a disfrutar del control central que los oprimía y los movió a la odisea de la revolución restauradora. Algún autor hablaba de la maldición que caía sobre los provincianos que conocían las mieles del centralismo desde Valencia hacia la capital.
Ya antes había fracasado, con dolor de la memoria del libertador, (los impulsores del separatismo se expresaban contra el «centralismo» bogotano), como argumento para dividir la gran patria colombiana de sus sueños.
Solo que se estableció con mucha fuerza, al menos en nuestro país, aquella torpe idea de que «Caracas es Caracas y lo demás monte y culebra».
Diputados que no representan, que no oyen a sus ciudadanos electores, sino que se ocupan de sus intereses y negocios o los de su partido, son rémoras en la lucha por un nuevo federalismo, necesario, con controles que sumen todo al desarrollo del conjunto nacional.
Dentro del MBR200, en la cárcel y después de salir de ella, lo digo en mi caso particular, defendía la idea de venir de las regiones al centro para conquistar el poder político nacional. En una idea que al final la práctica, el triunfo avasallante del Comandante Chávez el año 98 destruye. Pensaba entonces que en aquella elección de gobernadores de mediados de los años 90, los comandantes de la rebelión con cierta imagen nacional, especialmente la ya referencial de Chávez, después de sus palabras imborrables frente al país nacional el 4F, asumiéramos candidaturas regionales e hiciéramos alianza con otros candidatos de izquierda.
El tiempo mostró cuan errada estaba mi idea, con aquella propuesta. Sin embargo, de algo sirvió, en la práctica para ganar la gobernación en la elección de 1998, la referencia del triunfo y la gestión en el Zulia entonces.
Desde la llegada al gobierno regional, basados en supuestos que daba la Constitución Nacional del 61, impulsamos la aprobación de la «Ley de Asignaciones Económicas Especiales”. Como referíamos en el artículo anterior logramos unir los gobernadores de todos los partidos, y todos los estados del país, como una iniciativa de la provincia. Fue sin duda, un paso en el tema de la construcción práctica del moderno estado federal, escrito en el pie del Escudo Nacional Venezolano, y que implica mayores niveles de participación y con instancias de poder más cercanas al ciudadano.
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