La exitosa película estadounidense, «La Momia» (1999), contó con la destacada participación del recién ganador de los Premios Oscars a Mejor Actor, Brendan Fraser junto a grandes de la pantalla como Rachel Weisz, Arnold Vosloo y la venezolana Patricia Velásquez, encarnado a Anck-Su-Namun, la tentación de Imhotep.
Velásquez en la película, su personaje se quita la vida tras haber ayudado a Imhotep a asesinar a Seti I, el Faraón de Egipto y quien era en ese entonces su esposo.
Tras años de estar su alma condenada al inframundo, regresa al año 1925, luego que la bibliotecaria, Evelyn Carnahan, la trajera a la vida tras señalar un antiguo maleficio escrito en el «Libro de los muertos».
Gracias a «La Momia», Patricia Velásquez se alzó como una de las primeras actrices latinoamericanas en triunfar en Hollywood, y participó también en la secuela de la cinta antes mencionada.
Patricia Velásquez: Una vida llena de sacrificios
Patricia Velásquez es la quinta de 6 hermanos, y nació en 1971 en la costera ciudad de Maracaibo, Venezuela. Desde su adolescencia se interesó en las artes escénicas, y a sus 18 años participó en el Miss Venezuela, certamen que si bien no ganó, le dio notoriedad pública como modelo.
Pero el camino al evento anterior no fue fácil. Velásquez contó en sus memorias que un peluquero fue el que descubrió su belleza, pero antes de patrocinarla para el concurso, le exigió que se operara sus ojos, orejas y que se aumentara el busto. Si bien en un comienzo no quiso acceder, ya que no tenía el dinero para tantas cirugías, pensó que esta oportunidad la sacaría a ella y su familia de la pobreza.
Por lo anterior, según contó en sus memorias, «Sin tacones. Sin reserva. Diario de una supermodelo en búsqueda de su verdad», optó por prostituirse para acceder a las operaciones, consiguiendo un mecenas, a quien identifica como David, quien accedió a pagarle todo a cambio de sexo.
Eso sí, lo único que se operó fueron sus senos, ya que en el mismo libro indica que siempre se ha sentido orgullosa de sus raíces, pese a la discriminación que tuvo que enfrentar en ocasiones, y por la que debió hacerse pasar por mexicana para no ser prejuiciada como indígena.
Y es que Patricia también ha dedicado su vida al activismo y no olvida sus raíces. En Zulia, tiene una fundación que ha brindado ayuda a la comunidad Wayú, de forma monetaria y educativa.
En su cuenta de Instagram acumula poco más de 200 mil seguidores, con quienes comparte fotos de ella, sus actividades y también su familia. Tiene una hija llamada Maya, con una exnovia de la cual no ha querido revelar su identidad, aunque en el libro explica que comparte la custodia.
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