La neurociencia moderna ya lo ha demostrado. Nuestro estilo de vida, lo que comemos, con quién nos relacionamos y la gentileza impactan directamente en nuestros genes, como también los valores que cultivamos.
Sobre esta base científica, Daniel Lumera y Immaculata de Vivo (España) publicaron Biología de la gentileza, un libro fascinante sobre el poder de la gratitud, el perdón y, por supuesto, la gentileza o amabilidad, como bombas químicas potentísimas para preservar nuestra salud, nuestra felicidad y nuestra longevidad. A continuación, un resumen publicado originalmente por el portal Telva sobre el interesante texto.
Daniel Lumera es biólogo naturalista, escritor y fundador del International Kindness Movement. Inmaculata de Vivo es profesora de la Harvard Medical School y de la Harvard School of Public Health, además de una de las mayores expertas mundiales en investigación de la genética del cáncer.
En Biología de la gentileza (Editorial Diana) se han unido para recordarnos, en un libro sorprendente, que «hoy en día, la ciencia es capaz de dar una correspondencia biológica exacta al optimismo, la gentileza, el perdón, la gratitud y la felicidad, demostrar hasta qué punto son fundamentales para vivir una vida larga, sana y feliz, pero sobre todo para la supervivencia y la evolución del género humano en nuestro planeta».
Del encuentro entre la ciencia y la consciencia surge la biología de la gentileza, una «biología de los valores» que explora la repercusión biológica, vital, emocional, mental, social y espiritual de cinco valores: gentileza, optimismo, perdón, gratitud y felicidad».
Entrevistamos a Daniel Lumera vía Telva.
¿Qué es la amabilidad y por qué te gusta llamarla gentileza?
Para mi, la gentileza o amabilidad es toda una provocación y una palabra que necesitamos recuperar. Su origen etimológico está en la gens romana, una antigua familia noble, de conexiones no sólo biológicas, cuyos miembros tenían deberes de asistencia, amor y cuidado hacia los demás. Hoy, en que el sentido de pertenencia -incluso cuando hablamos de consenso político- se crea mediante la existencia de un enemigo, de ir «en contra de algo», la gentileza propone todo lo contrario: incluir, cuidar, ayudar, reconocer una hermandad profunda con todas las formas de vida.
¿Cómo afecta la amabilidad a nuestra salud, felicidad y longevidad?
Hoy, gracias a la neurociencia moderna, sabemos que la gentileza tiene un gran impacto sobre nuestros genes. La compasión, la empatía, el perdón o la gentileza (valores todos inclusivos y considerados tradici0nalmente «femeninos») son medicamentos naturales para poder sobrevivir en el planeta.
En una sociedad patriarcal, antropocéntrica y competitiva, que utiliza la violencia como motor de afirmación, parece que hablar de gentileza es hablar de algo abstracto, de un valor inútil, de debilidad, pero es exactamente lo contrario. En el libro decimos que hemos malinterpretado el pensamiento de Darwing. Él dijo que la selección natural favorece a los que mejor se adaptan a los cambios. Y hemos concluido que ése es el más fuerte -entendiendo por fuerza la capacidad de imponerse física, psicológica y económicamente a los demás- pero investigaciones científicas de la Universidad de Harvard demuestran que quien mejor se adapta a los cambios no es la persona más fuerte sino la más gentil.
Los líderes gentiles son los que más impactan sobre la productividad de las empresas. La gentileza es una estrategia de bienestar y de calidad de vida a 360 grados.
¿Cuál es el fundamento científico de la biología de la gentileza?
Existen muchos estudios científicos que la avalan pero su origen está en las investigaciones de Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak, Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre el funcionamiento de los telómeros y la enzima telomerasa que demuestran que nuestros genes se ven afectados y se nutren de nuestro estilo de vida: lo que comemos, la calidad del aire que nos rodea, de nuestras relaciones y de los valores que cultivamos. La ciencia ha demostrado que la gentileza impacta sobre los telómeros. Las personas gentiles viven más.
¿La amabilidad es contagiosa?
Desde un punto de vista científico, sí. La ciencia lo llama efecto onda. En la biología del ser humano existe una predisposición innata a la gentileza, un impulso a cuidar de los demás, de ahí que, cuando vemos a una persona que actúa con gentileza se desencadenen en nosotros una serie de reacciones químicas poderosísimas que mejoran el nivel de estrés, activan la producción de endorfinas, desinflaman, etc… La gentileza es una bomba química para nuestro cuerpo.
Si nacemos gentiles, ¿En qué momento dejamos de serlo?
Los dramas de la vida, los acontecimientos dolorosos, el fracaso, la violencia y la interpretación que hacemos de estos eventos pueden afectarnos. Pero hay que recordar que la gentileza es un músculo y que, por lo tanto, podemos entrenarla en el gimnasio de la vida. Por ejemplo, acabamos de publicar un documento que demuestra que la gentileza reduce el nivel de rabia en los presos, incidiendo sobre el nivel de conflictividad y violencia de las cárceles. Es decir, la gentileza es una herramienta pragmática y eficaz, incluso en los lugares donde se ha perdido.
¿Está presente la gentileza en la educación de hoy?
La educación de hoy está basada en el saber tener y parecer, pero no en el saber ser, en la importancia de los valores. Nuestra sociedad se estructura sobre la personalidad, la individualidad, el ego, y esto va en contra de los principios vitales de la evolución: la interconexión, la interdependencia y la cooperación. Eso es lo que realmente regula la vida y los ecosistemas.
El ego no tiene una base biológica, incluso el cuerpo humano es un conjunto de colonias de bacterias, virus, microorganismos y algunas células madre. En realidad somos un nos, no un yo. Si la microbiota del intestino se enferma te mueres. Las escuelas se deberían enseñar todos los valores que crean un sentido de nos, de colectividad -la compasión, la empatía, la gentileza, el perdón, la gratitud– porque tienen un papel importantísimo en la transformación social.
Hoy vivimos más conectados que nunca y también más solos que nunca.
Se habla mucho de interconexión y nos pasamos las horas conectados a Internet, pero se ha perdido el contacto con la otra persona, la capacidad de sentirla, de tocarla, no sólo de conectarla sino de contactarla. La gentileza es una forma de contacto muy profunda. En torno a este libro, se ha desarrollado el movimiento viral de la gentileza en las escuelas, hospitales, cárceles, festivales…
¿Cómo se entrena la gentileza?
Podemos hacer algo tan sencillo como practicar cuatro actos de gentileza cada día.
- Hacia ti mismo: respetar tus ritmos, escucharte, comprender tus necesidades más allá de las exigencias del mercado, de las expectativas familiares o de los imperativos sociales.
- Hacia los demás. Hacia una persona que amamos o hacia un desconocido, rompiendo las dinámicas de conveniencia. Las actividades de voluntariado en este sentido son muy beneficiosas para la salud.
- Hacia los animales y las plantas como respuesta a esa hermandad que tenemos con todas las formas de vida del planeta.
- Hacia el planeta. Un acto de generosidad para preservar el planeta, nuestra casa común.
20 ideas para practicar la gentileza
- Ayuda a una persona mayor a realizar una actividad cotidiana.
- Planta un árbol.
- Di algo bonito a tu pareja.
- Cultiva un hobby que te guste en lugar de mirar el móvil.
- Conversa con tu vecino.
- Recicla la basura.
- Tómate un café con un amigo que se sienta sólo o triste.
- Camina en lugar de usar el carro.
- Juega con tus hijos sin atender al teléfono.
- Come sano y sin prisas.
- Respeta el silencio.
- Enseña una canción a un niño.
- Duerme lo que tu cuerpo necesita.
- Ayuda a un compañero que veas agobiado o indeciso.
- Date un paseo al atardecer.
- Sonríe.
- Ayuda a limpiar los parques y jardines de tu ciudad.
- No hables mal de otras personas en público.
- Recicla lo que ya no usas y regálalo a una asociación benéfica.
Con información de Telva.com
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