Con profundo pesar anunciaron los medios de comunicación y las redes sociales este domingo el fallecimiento de la destacada periodista Rosana Ordóñez, hecho ocurrido hoy en Caracas luego de una denodada batalla contra el cáncer de páncreas.
Mujer de notable belleza y carisma, con su infaltable sonrisa, fue sin duda uno de los rostros más queridos del periodismo nacional desde sus años en las pantallas de RCTV, en el matutino Lo de Hoy, compartido con el también desaparecido comunicador Emilio Santana, donde ambos conquistaron a la audiencia en la década de los 80 con su estilo ágil, fresco y desenfadado para comentar la noticia.
Venezolana de padres venezolanos, nacida en Lima el 12 de febrero de 1951, como se presentaba, estaba casada con el locutor y periodista Apolinar Martínez, y fue madre de dos hijas, María Gabriela y Luisana.
Con más de cuatro décadas como periodista en diversos medios nacionales, se inició en las páginas del diario El Nacional, y fue una de las primeras mujeres en dirigir un medio impreso, las revistas Bohemia y Momento, del Bloque De Armas. Ejerció además como Ministra de Comunicación durante el breve gobierno de transición del doctor Ramón J. Velázquez, presidenta del partido Social Cristiano Copei y en el ámbito gremial como secretaria del Colegio Nacional de Periodistas, seccional Caracas, y presidenta del Instituto de Previsión Social del Periodista.
Además fue Concejala Metropolitana de Caracas (2000-2004), Directora de Relaciones Institucionales del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (1998-2000), Jefe de Relaciones Institucionales del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (1995-1997), Directora de Información de la Línea Aeropostal Venezolana (1976), Jefe de Relaciones Públicas del Ministerio de la Juventud (1972) y Vicepresidenta del Canal 44 TV de Vargas.
Admirable carrera
Su carrera constituye un ejemplo notable de exigencia y superación para las actuales generaciones, pues aunque las demandas hogareñas y la salud de su hija Gaby la mantenían alejada de las cámaras, ejercía como docente en tres universidades, en una de las cuales fue su directora, y poco antes de su fallecimiento, obtuvo el Doctorado en Ciencias Sociales por la UCV.
Su frescura y espontaneidad destacaron en su perfil de las redes sociales, donde compartía diariamente con sus lectores las anécdotas de “los tres mosqueteros”, ella, su hija Gaby, y su esposo, en sus peripecias para sortear las dificultades económicas del país.
“Hago un programa de radio todos los días, trabajo en tres universidades, colaboro con un portal web, alquilo un cuarto en mi casa para poder pagar sus medicamentos, y además cuento con cientos de familiares y amigos que me han ayudado siempre con los medicamentos, pero la devaluación del Bolívar nos está arropando”, posteó en una ocasión.
Igualmente publicaba regularmente sus recetas de cocina para la crisis, con un éxito que la motivó a publicar su libro La Mesa de Rosana, en el que cuenta sus experiencias culinarias, recetas, consejos e historias compartidas por su familia y amigos.
Con inusitada espontaneidad, compartió con sus seguidores los detalles del proceso de su enfermedad desde antes del momento de su detección, y su poco común inteligencia no se llamó a engaños cuando, a punto de ingresar a la primera intervención, con certera intuición, y dando un ejemplo de entereza y valentía inusitados, escribió: “Y si me voy, quiero que llenen esta página de poemas y de flores, pues estaré cabalgando por las nubes del cielo en un unicornio azul”.
Te extrañaremos, Rosana. Paz a su alma.
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