Cualquier tecnología suficientemente avanzada no se diferencia de la magia. Sir Arthur C. Clarke, 1962
Estamos viviendo una increíble revolución tecnológica en medio de la pandemia más terrible de todo un siglo, 100 años después de la llamada “gripe española” que acabó con las vidas de entre 50 y 100 millones de personas. Es decir, la gripe española mató a más gente que la Primera Guerra Mundial, cuando el mundo no llegaba a 2.000 millones de habitantes, e incluso más que la mortífera Segunda Guerra Mundial. En esos tiempos tampoco teníamos la tecnología para secuenciar un virus, para desarrollar las vacunas, y mucho menos para inocular toda la población.
Las vacunas son un invento relativamente reciente, de finales del siglo XVIII, cuando ni siquiera se habían descubierto los virus, aunque hubo muchos intentos fallidos para contener pandemias como la peste bubónica y la peste negra en la Edad Media. Pensar en vacunas hace siglos, sería como hablar de magia entonces. Afortunadamente, la magia del pasado nos lleva a la tecnología del presente, la ciencia ficción de ayer se convierte en la ciencia real de hoy.
Cada vez aprendemos más de bacterias y virus, además de otros patógenos, y hoy se pueden identificar y secuenciar rápidamente. Hace medio siglo, cuando apareció el VIH-SIDA, primero se pensó que era mortal, y tomó años identificar el virus y luego secuenciarlo. El virus que ahora produce la pandemia Covid-19 se identificó en tan solo 11 días en laboratorios de China, desde donde se circuló por Internet a otros centros alrededor del mundo. BioNTech-Pfizer y Moderna han utilizado una nueva tecnología “mágica” (ARN mensajero) para desarrollar vacunas en pocos días, y terminar los ensayos clínicos en unos meses. Es decir, algo que tomaba años y décadas, hoy se puede hacer en días y meses.
La tecnológica del ARN mensajero se piensa utilizar ahora para curar la malaria, diferentes tipos de cáncer y hasta el VIH-SIDA. Esta revolución tecnológica, con vacunas mágicas, apenas está comenzando.
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