La sala San Pedro de la funeraria Capillas del Este se quedó pequeña para la cantidad de personas que fueron a dar el último adiós al maestro y Patrimonio cultural de Monagas, José Apolinar Cantor, quien falleció este 3 de octubre en nuestra ciudad.
La peculiaridad de este funeral fue la música, porque esa era la vida del maestro Cantor. Desde este sábado fue una real procesión de músicos y cantantes, de todas las orquestas y agrupaciones del estado Monagas, quienes se presentaron en sus exequias.
No faltaron sus queridos alumnos, amigos y la muy apreciada familia Cantor, quienes acompañaron al féretro del Maestro hasta su última morada, este domingo 5 de octubre de 2025, desde la funeraria hasta el Cementerio Municipal de Maturín.
Canciones como «Todos los barcos, todos los pájaros» de Gian Franco Pagliaro y la infaltable, «Mi viejo» de Piero fueron interpretadas con emoción y lágrimas. Hasta el Nessum dorma (Nadie duerme), el aria de la ópera Turandot de Giacomo Puccini se dejaron escuchar para rendirle un cálido homenaje a quien entregó su vida por la música y por la formación de los niños y jóvenes tanto en el canto como en la ejecución de instrumentos musicales.
Pesar por la partida de José Apolinar Cantor desde varios países
Desde el exterior, la familia Cantor ha recibido videos de muchos artistas monaguenses que fueron sus alumnos, todos indicando como factor común primero la sencillez del Maestro, luego su desprendimiento y por supuesto, el amor por la música.
Hoy se nos va de este plano un hombre con una formación envidiable, sin embargo, lo mucho que sabía no cercenó su mejor característica que fue la sencillez y don de gente. La muestra es todo lo que forjó y cosechó, semillas que como se pudo apreciar en el funeral han germinado y crecido en varias generaciones que lo llevarán por siempre cada vez que canten o ejecuten un instrumento en su corazón, con sus enseñanzas y anécdotas.
Esa es una huella imborrable e imperecedera que quedará plasmada en el pentagrama musical de Monagas, una tierra que lo recibió y que le despide como a uno de sus más queridos hijos. Porque sencillamente, se lo ganó con su vida de ciudadano ejemplar e impecable proceder.
En el momento de la despedida, los aplausos de pie fueron el símbolo de que la bondad y el amor se quedan, aunque duela irremediablemente la ausencia.
¡Hasta siempre, querido Maestro y Gracias por tanto!



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