Con la documentación existente, no se pone en duda que la fundación de la misión San Judas Tadeo de Maturín, «inmediata al río Guarapiche», se realizó por fray Lucas de Zaragoza el 7 de diciembre de 1760, tal como quedó registrado en la Relación, escrita por el padre Torrelosnegros, con una base poblacional de indígenas guaraúnos.
Sin embargo, conviene aclarar que esto ocurre en medio de un largo proceso que, desde el punto de vista histórico, no podemos pasar desapercibido, sino reafirmarlo, tanto por su impacto en nuestra historia regional, como por sus implicaciones en las investigaciones que se realizan al respecto.
Junto con la literatura disponible de autores como José María Núñez, Daniel Chacín Sánchez, Pablo del Olmo Arias y Buenaventura de Carrocera, entre otros; es necesario insistir en la destacada obra de Pablo Ojer: La fundación de Maturín (1722) y la cartografía del Guarapiche; fundamentada en fuentes de diversos archivos.
Un dato primero y primario, fundamental, es que la denominada Sabana de Maturín desde tiempos ancestrales ya estaba poblada en el momento que arriban los españoles. Los pueblos Chayma y Caribe desarrollaban sus vidas en los espacios geohistóricos de estos territorios orientales.
Posterior a la invasión europea, por diferentes frentes se inició un lento y accidentado proceso de colonización, pues la población indígena realizó distintos actos de defensa de su territorio.
Antes que cayera en batalla el cacique Maturín y otros líderes, a fines de 1718-1719, se realizaron procesos de defensa territorial en San Francisco del Río Guarapiche -hoy bajo las aguas de la represa El Guamo- y en el hato de Aragua -hoy Aragua de Maturín-.
Ello llevó a las autoridades de la gobernación de Cumaná a pensar en planificar una o más ciudades en las riberas del Guarapiche para garantizar la presencia española y hacerse de los territorios por la vía de la conquista, desplazando o sometiendo a la población indígena.
Aunado a estos hechos, también estaba la preocupación por la presencia de holandeses, ingleses y franceses merodeando por el Guarapiche, sobre todo estos últimos, que para junio de 1653 habían intentado asentarse por estas tierras, con la intentona de los jesuitas franceses Dionisio Mesland y Pedro Pelleprat.
Para 1696, por Real Cédula fechada en Madrid el 12 de noviembre, se ordenaba al gobernador de Cumaná la inmediata construcción de un fuerte o la fundación de un pueblo en el Guarapiche. Pero no se realizó.
En 1705, las autoridades de Cumaná interceptaron dos embarcaciones inglesas y dos francesas saliendo por el río San Juan. Una de esas embarcaciones, la Delfina, francesa, fue llevada a Cumaná y en su «vientre» llevaba maderas, papagayos y indios esclavizados, entre otros «productos».
El capitán de la nave tenía una licencia expedida por el gobernador de Martinica (francesa) para comerciar en el río Guarapiche, que era considerado «terra nullius», es decir: sin propiedad.
La denominada «entrada de Joseph Carreño», gobernador de la provincia de Cumaná (1718-1719), tenía como propósito «pacificar» el territorio del Guarapiche, por supuesto a través de la guerra. Ello llevó al enfrentamiento bélico, que bien debe ser reconocida como la primera batalla por la libertad desarrollada en estas tierras, que culminó con la muerte del cacique Maturín y otros caciques que le acompañaban, mientras que otros terminaron encerrados en la fortaleza de Araya.
No fue sino hasta 1722, el 28 de abril, cuando se inicia la primera fundación, llamada San Juan de la Tornera de Maturín.
Señala un documento de la época: «Elección del sitio de Maturín. Los capuchinos como conocedores del terreno se habían fijado en las cualidades del llamado Sitio de Maturín por la muerte del indio de este nombre en 1719. El lugar había sido poblado con anterioridad a la campaña de Carreño, pues aún quedaban las chozas quemadas y destruidas las plantaciones».
El gobernador José Diguja, al respecto, señala en texto posterior que «la fundación de Tornera, llamada Ciudad de Maturín, la cual no pudo sobrevivir por causa de la escasez de población y la poca seguridad que ofrecían los indios que se habían poblado recientemente en sus cercanías.
Como podemos apreciar, antes de llevar a cabo la fundación colonial de Maturín, el 7 de diciembre de 1760, se desarrolló un complejo proceso, que implicó invasiones, muertes y conquistas. Por ello es importante el fraguado permanente de la memoria.
Luis Peñalver
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