Este viernes 13 de octubre, el poema escrito en 1822 por el Libertador Simón Bolívar, Mi delirio sobre el Chimborazo, cumple 201 años.
La escritura es una de las pasiones más conocidas de Bolívar, quien escribió cartas, decretos y proclamas, pero esta obra lírica expresa su pasión desbordada por la gran empresa de la Libertad que emprendería por la tierra americana.
Una sinopsis de acuerdo con Wikipedia indica que Bolívar sube al monte Chimborazo en Ecuador, y sobre su cima sufre de un delirio en el cual se encuentra con el dios del tiempo, con quien tiene un momento de reflexión sobre la eternidad, los eventos políticos que estaban ocurriendo en el momento y sobre la «pasión violenta» que el proyecto de independencia y la creación de la Gran Colombia despiertan en Bolívar» y como resultado escribe Mi delirio sobre el Chimborazo.
Bolívar reflexiona: Mi delirio sobre el Chimborazo
Mi delirio sobre el Chimborazo fue escrito en momentos que Simón Bolívar había obtenido victorias importantes en sus batallas por la libertad.
Es así como en 1819 había conseguido la independencia de la actual Colombia y la creación de la Gran Colombia, en 1821 consiguió la independencia de Venezuela y la de Ecuador en 1822.
Los historiadores señalan que ese año de 1822 cuando escribe Mi delirio sobre el Chimborazo, conoció a su amante Manuela Sáenz y consiguió un importante éxito diplomático en la entrevista de Guayaquil. Pero lejos de estar satisfecho con los éxitos conseguidos, Bolívar estaba preparando la acción militar para conseguir la independencia del Perú.
En medio de este proceso Bolívar escribe el poema Mi delirio sobre el Chimborazo, mientras se encontraba en la ciudad de Riobamba, situada a los pies del monte Chimborazo, en Ecuador.
Poema Mi delirio sobre el Chimborazo: Simón Bolívar
A continuación el poema escrito por Simón Bolívar, Mi delirio sobre el Chimborazo
Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes.
Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra?
¡Sí podré!
Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo.
Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.
De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano…
«Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano».
Sobrecogido de un terror sagrado, «¿cómo, ¡oh Tiempo! -respondí- no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino».
«Observa -me dijo-, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres». El fantasma desapareció.
Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.
Simón Bolívar
Mi delirio sobre el Chimborazo
Ecuador, 13 de octubre, 1822
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