“… y desaparece del Arauca el nombre de El Miedo, y todo vuelve a ser Altamira.
¡Llanura venezolana! propicia para el esfuerzo, como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena, ama, sufre y espera! …”
Doña Bárbara, Rómulo Gallegos, 1929
Con esas palabras casi proféticas termina la gran obra maestra de Rómulo Gallegos. Doña Bárbara representa un brillante estudio sicológico de la sociedad venezolana del pasado, aunque también aplicable al presente y al futuro. En la lucha entre la barbarie y la civilización, para nuestra suerte, El Miedo pierde finalmente frente a Altamira.
Doña Bárbara encarna las fuerzas primitivas de la humanidad, es arbitraria, malvada y violenta. Ella representa el mal, el retraso, el odio, la envidia, la frustración, la brujería y el resentimiento desde su hato de El Miedo. Grupos del chavismo parecen ser una terrible reencarnación de lo peor de la propia Doña Bárbara. La “devoradora de hombres” estremece entonces la llanura venezolana, al igual que lo hace hoy el grupo que se originó en Sabaneta de Barinas.
Contra Doña Bárbara se levanta Santos Luzardo desde Altamira, quien representa la civilización educada de nuestra valiente sociedad civil que se niega a caer ante la barbarie ignorante. En la dura lucha entre El Miedo y Altamira, Marisela, la hija bastarda de Doña Bárbara, escapa de su malvada madre. Marisela representa el sueño del progreso que eventualmente abandona el mal por el bien; la salvaje es educada y la civilización triunfa sobre la barbarie.
Al final del libro, Doña Bárbara desaparece para no ser vista nunca más. El chavismo puede terminar igual. Espero que desaparezca de nuestro futuro pero su trágica historia jamás debe ser olvidada para no repetirla ni sufrirla de nuevo. Doña Bárbara y el chavismo siempre estarán en nuestras memorias como advertencia de lo que las fuerzas del mal pueden lograr si las fuerzas del bien se descuidan.
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