Soy aragüeño, de cuarta generación, hasta donde sé.
Mi mamá Juanita, mi abuela Pancha, mi bisabuela Ramona, nacidas en La Victoria la heroica, la que con un puñado de jóvenes resistió nueve asaltos del sanguinario Morales el 12 de febrero de 1814.
MI papá llegado a Maracay muy joven, ilusionado con surcar los cielos venezolanos vistiendo el uniforme azul de los aviadores con el cual le despedimos cuando se elevó a otro plano.
Crecí en San Agustín, muy cerca del cuartel Páez y estudié en El Calicanto y Los Próceres -cuyo fundador Raúl Capriles, educador y deportista insigne, que tantos valores sembró entre sus miles de alumnos, partió hace poco- y me gradué en el Codazzi de Luisa Teresa Lanz de tan gratos recuerdos.
Culminado el bachillerato, comencé a trabajar, aun menor de edad, como mensajero en las oficinas del Banco de Venezuela ubicadas a un costado de nuestra hermosa Catedral. Precisamente al frente, en la Plaza Girardot conmemorativa del mártir de San Mateo, una mañana muy temprano, me cambió la vida. Encartada en un periódico local encontré la lista de la OPSU-CNU en la cual asignaban a los bachilleres de ese año a la Universidad donde cursarían. Busqué presuroso mi número de cédula y mi sorpresa fue grande cuando me encontré referido a la UDO que había sido mi tercera opción en la selección después de la UCV y LUZ. Días después un nuevo listado precisó que había sido aceptado en la UDO-Maturín.
No conocía a Monagas y más aún solo una vez había visitado un poblado oriental, una corta vacación en Carúpano que no me gustó porque las playas cercanas jamás podían competir con Cata, Catica, Choroní o el Playón donde fui feliz saltando olas con una tripa a la cual me aferraba con mis panas.
Un día de febrero, salí de mi casa con un maletín y unas pocas “mudas”, caminando hasta el terminal de pasajeros. Tomé el autobús que me llevaría a Caracas y hacer “trasbordo” a Maturín y para ahorrarme unos pocos bolívares de los que me había dado mi mamá con la advertencia que me rindieran “porque los reales no crecen en los árboles” en lugar de un expreso me monté en una destartalada unidad que hacía el trayecto por la carretera vieja. La Encrucijada, Turmero, San Mateo, La Victoria y Tejerías me vieron pasar al emprender una ruta que jamás imaginé me llevaría por décadas a establecerme fuera de mi tierra natal.
Cuando entregué mis papeles en Control de Estudios de la UDO-Maturín confiaba en que muy pronto mi diligente mamá me conseguiría traslado para la UCV pero no pudo ser.
En Monagas me gradué y postgradué, me casé, nacieron mis hijos y sumergido en el quehacer político fui electo Concejal, Diputado regional, presidente de la entonces Asamblea Legislativa, Gobernador dos veces. Hice familia y con Larissa -maracayera también- que bien puedo comparar con María Isabel del Carmen, recia mujer aragüeña que combatió con coraje en la guerra federal contra las injusticias de aquellos tiempos, han sido muchos los logros y las realizaciones.
Hoy estamos de vuelta
Para servir a Aragua, para volcar todo lo aprendido y nuestras experiencias, para construir con tantos aragüeños y aragüeñas de bien un mañana mejor como soñamos y merecemos.
En el 2021, comienza una nueva historia regional que escribiremos juntos. En palabras de Ribas, citadas de memoria: “No podemos optar entre vencer o morir. Necesario es vencer”. Venceremos y Aragua será distinta.
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