En el beisbol, la fortaleza mental es uno de esos factores que no son medibles, pero resultan igual o más importantes que la fuerza en un cajón de bateo, o la selectividad de envíos. El pelotero monaguense Romer Cuadrado lo sabe. No en vano, ha salido airoso de un año que le puso a prueba, quizás, como ningún otro en su carrera.
El oriental tuvo que dar fin de manera abrupta a su participación con los Navegantes del Magallanes en la temporada 2022-2023, tras sufrir una fractura en el dedo anular izquierdo el pasado diciembre. En plena recuperación, afrontó su segunda campaña en Japón, en las Ligas Menores de Leones de Seibú, organización que le sugirió hacer una transición desde los jardines hacia las esquinas del infield, para propiciar alguna oportunidad en el equipo grande, de la Liga del Pacífico.
La mudanza posicional se cumplió. No así el aumento de tiempo de juego en el archipiélago: tan sólo disputó cuatro juegos en la contienda, todos en las granjas. Con ese antecedente inmediato de poca actividad competitiva, abordó la «nave turca» desde la pretemporada, en la búsqueda de algún espacio que le permitiera florecer. Tampoco le resultó sencillo.
Romer Cuadrado en la presente temporada
Cuadrado únicamente inició como titular en tres de los 10 primeros encuentros del Magallanes en la 2023-2024. Y siempre respondió. Fue clave con el madero en la primera victoria del conjunto en la ronda eliminatoria, el 25 de octubre en Puerto La Cruz, y una semana después, tras ingresar como bateador emergente, se encumbró como el héroe nauta, con un jonrón para dejar en el terreno a las Águilas.
A partir de entonces, su nombre apareció en el lineup del mánager Miguel Cairo en 11 de los recientes 13 compromisos, hasta antes de la jornada dominical. Pero, ¿Cómo lo hizo? ¿De qué manera un pelotero profesional afronta tantas vicisitudes y frustraciones en tan corto tiempo, siendo capaz de superarlas? Él lo confesó con absoluta naturalidad.
“Desde hace algunos años vengo trabajando mucho el aspecto mental. Para la vida, lo cotidiano, pero especialmente en mi deporte, que es una montaña rusa”, admitió Cuadrado a LVBP.com.
“Para mí, la mentalidad es muy importante, incluso, más que el físico, porque si la mente está bien, todo lo demás también lo estará. Lo he trabajado con profesionales, que me han ayudado, mentores que han estado para mí en las buenas y no tan buenas”, acotó.
Fue esa madurez y calma interna desarrollada la que le permitió manejarse con paciencia, mientras esperaba ese esquivo chance de volver a asentarse en un conjunto.
“Pasaban muchas cosas por mi cabeza, pero lo que más pensaba era que en algún momento iba a pasar el tren, y mi deber era estar listo para cuando llegara”, expresó el toletero de 26 años de edad. “No hay que salir corriendo a agarrarlo, sino, estar ahí ya listo, esperándolo”.
Demostró que podía estar en el lineup todos los días
El oriundo de Maturín recuerda como un punto de inflexión aquel careo frente al Zulia, cuando siendo el primer bateador que enfrentaba el estelar cerrador Silvino Bracho en la zafra, despachó el vuelacerca solitario que le dio el lauro a los filibusteros.
“Esa fue la guinda al pastel, porque demostré que podía estar en el lineup todos los días”, afirmó el monaguense Romer Cuadrado. “En el equipo hay un gran talento, una gran profundidad en la banca, donde estoy seguro que cualquiera lo puede hacer bien. Gracias a Dios, esa vez me tocó a mí y desde entonces han seguido saliendo buenos resultados”.
También, con asertividad, analiza los dos últimos ruedos en Asia, donde a pesar de no haber disputando ningún compromiso al máximo nivel, sólo es capaz de absorber lo que le enriquece.
“Todo lo que me queda, es positivo. Justamente estaba pensando en eso hace poco. Mucha gente se queda con los números y es entendible que, si son malos, saquen la conclusión de que fue una mala experiencia, pero para mí no lo fue”, aseguró el monaguense.
“Aprendí muchísimo, más allá del terreno, de la vida. De lo disciplinado que puedes llegar a ser y a donde te lleva esa disciplina, si la combinas con constancia, hasta convertirla en un hábito. Japón, para mí, fue de las mejores experiencias de mi vida”.
Cortesía de la LVBP.com
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