Luis Rubiales, presidente hasta hace poco de la Real Federación Española de Fútbol, ha sido tendencia en las redes sociales durante varios días por un escándalo que muchos piensan se trata de un simple beso a una de las jugadoras de la selección de España que ganó el campeonato mundial.
Instantes antes de aquel desgraciado momento, Rubiales al estilo del “Máquina baja”, a lo malandro, se tocaba para celebrar el triunfo, un gesto por lo demás asqueroso, montado delante de la reina Letizia de España, de la infanta Sofía y de todo el mundo, pero a él le sopla la vida.
Un cura y buen amigo me pregunta ¿cómo hubiese sido mi reacción si a mi hija le ocurriese algo así? La respuesta fue simple: “mi hija Alicia está preparada para voltearle la cara a cualquier idiota que se pase de la raya, por lo tanto mi trabajo está más que hecho, las orejas de Rubiales las hubiésemos visto haciendo palmas y su cara dura marcada con cinco dedos”.
Para entender un poco la historia de los cinco años polémicos de Rubiales en su cargo, comienzo por copiar un titular del diario ABC, de España: “Del beso a Jenni a los negocios con Piqué, la cocaína en el maletero o el presunto espionaje, todos los charcos de Rubiales frente a la RFEF”. ¡No se diga más!
Rubiales ha sido un hombre sumamente peculiar, un mal portado en todos los sentidos; bueno, un hombre FIFA, como muchos de ellos, los que no están presos están en búsqueda y captura. Rubiales tiene incendios abiertos en todas partes, lo de sus negocios ya es lo de menos, aunque con un sueldo de más de €300 mil por año y los incentivos “invisibles”, yo no cometería errores.
Rubiales ha sobrevivido gracias a sus contactos en el partido socialista, su padre ha sido alcalde de Motril por el PSOE, además su amistad con Pedro Sánchez no es un secreto.
Este señor, en vez de salir a reconocer su error y pedir disculpas, se pone de gallito a enfrentarse con el mundo y amenaza a todos con acciones judiciales, su reputación hoy no la levanta ni la viagra.
En su defensa salgo a criticar a sus amigos, sus compañeros que le aplaudían durante su última rueda de prensa, cuando señalaba una y otra vez: “No voy a dimitir”; ahora esa gente que chupó bastante gracias a él, lo dejan solo y acorralado porque tiene plomo en el ala. A los amigos no se les abandona en las desgracias, menos aún cuando han sido parte de la pandillita.
De su discurso de despedida confieso que he tenido que aplaudir algún párrafo que sacó de contexto a propósito porque hace referencia a la mafia feminista, al feminismo gubernamental, institucional, académico y mediático, que por cierto ha reaccionado tibiamente y tarde en este caso, claro que en su caso él, como hombre, no ha sido un simple sospechoso habitual, él sí cruzó la línea “roja”.
Estoy convencido que si Rubiales fuese una ficha del Partido Popular, lo hubiesen destituido el mismo día del beso.
Rubiales, un beso y algo más le costó a Adán y a Eva su salida del Paraíso, y a ti tu reinado en la RFEF.
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