El viernes pasado asistí a la apertura de la nueva sede, en Caracas, del Instituto Universitario de Tecnología “Elías Calixto Pompa”. Ubicada en El Paraíso permitirá a centenares de jóvenes cursar carreras de vanguardia, generando empleo para docenas de docentes, empleados y obreros y multiplicando oportunidades.
El IUTCP es una iniciativa privada que, según explicó en sus palabras de inauguración el presidente del Consejo Superior, Alfredo Rodríguez, esperó quince años por los permisos y autorización necesaria. Los promotores no se rindieron ante los obstáculos que oleadas de burócratas interponían ni hicieron caso a las dificultades del entorno. Se empeñaron en replicar la exitosa experiencia que hace tres décadas comenzaron en Guarenas-Guatire y por fin hicieron realidad su sueño.
Horas más tarde, el domingo, invitado por la familia Cohen, disfruté mucho de la puesta en marcha oficial del Sambil La Candelaria, majestuosa obra que ha generado más de cuatro mil empleos directos y convertido ya en un centro de referencia para el comercio y el disfrute de las familias de la parroquia del mismo nombre.
El Sambil La Candelaria fue expropiado por el presidente Chávez en el 2008. Convertido en refugio de indigentes, los miles de metros de construcción pasaron a ser un triste ejemplo de la incapacidad de un modelo de gestión política-gubernamental para generar prosperidad.
Llegado el 2021, de los primeros pasos -discretos, sin ruidos- que la recién designada Comisión para el Diálogo, la Paz y la Reconciliación de la Asamblea Nacional, adelantó se tuvo el acercamiento y reconocimiento al sector empresarial y en ese marco las diligencias efectuadas para la devolución a sus propietarios de activos expropiados en algún tiempo.
En el caso del Sambil La Candelaria, después de mucho hacer y con un muy positivo desempeño de distintas instancias del Ejecutivo Nacional, en abril del 2022 la edificación fue entregada a sus dueños, quienes no se rindieron y por fin lograron hacer realidad su sueño. Esperaron también quince años.
Oí que el patriarca de la familia Cohen, nacido en Jerusalén, afirmaba que “todo lo que soy se lo debo a Venezuela” y esa frase tan hermosa debería marcarnos y entender que todo lo que somos se lo debemos a Venezuela y como tal debemos empeñarnos en dar lo mejor nuestro por este país nuestro.
El IUTPC El Paraíso y el Sambil La Candelaria son el resultado de hombres y mujeres que debiendo todo lo que son a Venezuela dan todo por Venezuela, confían en Venezuela, invierten sus capitales logrados honradamente en Venezuela, trabajan por Venezuela. Ambos grupos son ejemplo del empuje de un empresariado que no cree en los fatalistas y que con tal merecen el mayor apoyo del Estado y de los particulares.
Lo hemos dicho y continuaremos afirmando tanto como sea posible: para que salgamos adelante y dejemos atrás esta permacrisis que nos azota necesitamos de los empresarios, de los emprendedores, de los comerciantes quienes junto a sus trabajadores harán posible una Venezuela diferente.
En palabras de El Libertador, un lejano 1827, que recordamos el domingo: “….constancia y más constancia; trabajo y más trabajo, para tener patria”.
Ya concluyendo: conversando con mi buen amigo y destacadísimo periodista, Eduardo Rodríguez Giolitti, en la apertura del Sambil La Candelaria, me dijo tajante, “esta es la Venezuela posible”. Le aseguré que mi columna de esta semana se titularía así; de él es el crédito.
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