Hemos creído que, para mejorar las cosas, quien debe cambiar es el gobierno. Esa idea es válida para las Sociedades Tradicionales y Venezuela es una de ellas. A pesar de nuestra infraestructura moderna; nos frena el patrón de relaciones de desconfianza entre las élites. Por eso somos pobres en un territorio lleno de riqueza: Las élites no cooperan, sino que luchan por cuotas de poder, en vez de dedicarse a erradicar a su enemigo común: La pobreza.
Las Sociedades Tradicionales tienen un orden en el que predominan las relaciones verticales entre los más y los menos poderosos. Eso desarrolla lo que llamé en mi más reciente libro, Gánale a la Incertidumbre, Manual de Planificación Estratégica y de Formulación de Escenarios, Amazon Books, una “psico-sociología de la planificación estratégica” en la que trazamos estrategias viendo hacia arriba, hacia el poderoso, y buscamos construir relaciones con quien está en el poder o con los grupos que nos pueden servir de puente para llegar al poderoso: Partidos y militares. Todo lo cual revela el autoritarismo en los sistemas políticos de estos países.
El autoritarismo se caracteriza por el predominio de alguien o de unos pocos que formulan o cambian las reglas de juego. Es decir, que sus liderados necesitan partir del principio de que no conocen cuáles son esas reglas y que la opción que les queda es someterse o conectarse con quien las pone y las quita. Esto arroja como valor político fundamental el “someterse o someter” y el principio político correspondiente, una “competencia individualista” o “sálvese quien pueda”. El valor económico correspondiente a semejante modelo es “captar rentas”, bien sea en dinero o en decisiones que otorguen privilegios. De allí que el principio correspondiente sea el “know who”, o “conectarse bien.”
Bajo estos patrones hemos pasado cinco siglos pensando que Venezuela y casi todos los demás países del mundo pobres pudieran ser mejor de lo que son. Pero tenemos una gran oportunidad de cambiar porque el medio usado en los últimos cien años para someternos, la renta petrolera, ya no alcanzará para tapar los errores de semejante desorden social. Esa renta ya no volverá a ser lo que fue, un enorme medio de reparto para apaciguar las aspiraciones de cada sector o nivel social “dándole”, asegurándose el poderoso que no lo “produjese” para que no tuviera poder y para asegurar su sujeción por depender de él.
Nuestra opción es cambiar hacia un patrón de Sociedad Moderna cuyo sistema político sea democrático pluralista. En este modelo, el valor político no es someterse sino “escuchar y ser escuchado”. El principio político correspondiente es el de “coopetición” o cooperar y competir, simultáneamente. El valor económico predominante en la sociedad moderna es “invertir y producir” (no el captar rentas); y el principio correspondiente es el “know how”, saber hacer las cosas; muy diferente al “know who”.
Afortunadamente, ya hemos transitado algo de este camino. A partir de las medidas de principios de 2019, la liberación de precios, del cambio de divisas, la disciplina fiscal, etc. el empresariado fue quien financió el modesto crecimiento que se ha observado desde entonces. Esto se ha hecho sin crédito bancario, sin créditos blandos del gobierno, sin protección arancelaria y a pesar de las sospechas de que en cualquier momento puede pasar cualquier cosa que puede socavar la confianza empresarial y la recuperación. Pero, buena parte del empresariado sigue insistiendo en hacer, hagan lo que hagan el gobierno y los políticos.
En adelante, no volveremos a las oscilaciones del crecimiento-decrecimiento de nuestra economía, según crecieran o decrecieran los precios del petróleo. No. Ahora se abren tres escenarios: El Escenario de Decrecimiento, Haití, en el que el gobierno no cuenta con la empresa privada, regresa a los controles, no restituye el crédito bancario, continúan los altos impuestos y el IGTF, y vuelve a la monetización del déficit, que tanta inflación nos ha costado. El Escenario Mediocre, en el que nos encontramos; un híbrido inconcluso, en el que está volviendo a crecer la inflación y, con ella, la devaluación, aunque el gobierno puede volver a mejorar sus políticas para buscar votos. El Escenario de Crecimiento Sostenido caracterizado por que el gobierno reactiva el crédito bancario, deja que la empresa privada haga, democratiza el capital de las empresas del Estado, usa la sobrevaluación para abaratar inversiones, la diversificación de la producción y de las exportaciones.
En los Escenarios Mediocre o de Crecimiento Sostenido, el papel del empresariado es actuar por iniciativa propia y sin esperar del gobierno nada más que nos deje trabajar (esto es lo que hay que cambiar), tal y como ha venido actuando en medio de tanta incertidumbre. En el Escenario Haití, jugaremos al “sálvese quien pueda” y perderemos todos.
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