Asistí a acto solemne en Caracas por el “Día Internacional de conmemoración en memoria de las Víctimas del Holocausto”; declarado por Naciones Unidas recuerda la liberación de Auschwitz-Birkenau, por parte de las tropas soviéticas, y honra a seis millones que murieron en los campos de concentración nazi. No hay palabras para describir tanto mal.
El que un pueblo supuestamente culto como el alemán haya sido protagonista de las más grande y sistemática masacre adelantada en la historia de la humanidad es casi inexplicable salvo por la exacerbación de los odios y el fanatismo mas insensato. También a la banalización de tanta crueldad.
En la llamada Conferencia de Wannse, celebrada en enero de 1942, Reinhard Heydrich describió en eufemísticas palabras lo que miles deberían ejecutar: “Bajo la correcta dirección y en el marco de la Solución Final, los judíos serán enviados al este para ser usados para el trabajo de manera adecuada. En grandes columnas de trabajo, bajo separación por sexos, los judíos capacitados para trabajar serán llevados a estas áreas para construir carreteras; durante lo cual, indudablemente, una gran parte serán eliminados por causas naturales. Los del posible remanente final, al formar parte, indudablemente, de la porción más resistente, tendrán que ser tratados de acuerdo a esta condición, como la selección natural que representan, ya que en caso de ser liberados actuarían como la semilla del renacimiento judío”.
Treblinka, Dachau, Jasenovac, Ravensbrück junto a Auschwitz-Birkenau fueron los destinos a los cuales trasladaron a millones de hombres, mujeres y niños para ser echados a las cámaras de gas y sus cadáveres cremados apenas desembarcar de los trenes mientras que los afortunados eran obligados al trabajo esclavo para después igual perecer. “Se convirtieron en nada” oí a una joven estudiante de la Metropolitana, tercera generación descendiente de los pocos sobrevivientes, declamar en el acto citado.
Atribuyen a Cicerón la frase “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla” que seguramente inspiró al español Jorge Ruiz de Santayana para acuñar la suya que se puede leer ahora a la entrada del bien conservado campo de Auschwitz-Birkenau: “Quién olvida la historia está condenado a repetirla”.
Hablé telefónicamente con mi hija Isabel cuando me dirigía a atender la invitación de la comunidad judía de Venezuela por el “Holocausto” y al comentarle adonde iba me señaló lapidaria: “lo peor es que no aprendimos nada y una y otra vez se repite la historia”.
Es larga la lista de países y regiones en los cuales, culminada la segunda guerra mundial -la última de las guerras según pronosticaron equivocadamente algunos-, la muerte de centenares de miles, la destrucción de pueblos y ciudades, la migración forzada, la tortura, se han hecho trágica realidad y otra vez en la banalización del mal y la exacerbación de los odios encontraremos su origen.
Que tantas historias recientes, que tanto dolor, permita que en nuestra tierra de gracia abatamos los odios, impidamos que la confrontación escale y preservemos la paz; nada más importante que preservar la paz.
Y a los familiares de los que tras escapar del “Holocausto” encontraron en Venezuela su Patria, un abrazo emocionado: Shoah nunca más.
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