Unos 4,7 millones de haitianos, que representan un 40% de la población nacional, sufren actualmente inseguridad alimentaria, entre ellos 19.000 que por primera vez en el país se encuentran en «niveles catastróficos de hambre«, según indicó hoy el (PMA), Programa Mundial de Alimentos de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
La situación es especialmente grave en Cité Soleil, uno de los barrios más degradados de la capital Puerto Príncipe, donde las luchas de bandas armadas han dejado a muchos residentes sin acceso a lugares de trabajo, mercados y servicios sanitarios, indicó en rueda de prensa el director del PMA en Haití, Jean-Martin Bauer.
Un 65 por ciento de la población de Cité Soleil sufre «altos niveles hambre» y un 5% de ellos necesitan urgentemente asistencia humanitaria, indicó Bauer, quien declinó hablar aún de hambruna entre esas poblaciones más vulnerables.
La situación se ve agravada con un brote de cólera en ese barrio y otras zonas de Puerto Príncipe, con más de 260 casos detectados y al menos 25 muertos según las cifras oficiales de las autoridades sanitarias haitianas.
También la crisis alimentaria se está agravando en zonas rurales de Haití, donde ya se detectan niveles agudos de falta de alimentos en los departamentos sudoccidentales de Grand Anse, Nippes y Sud, afectados aún por el terremoto que sacudió la zona en 2021 y por la reciente escasez de lluvias, que ha disminuido las cosechas.
Haití no es ajeno además a la crisis global de precios de productos básicos, con una inflación del 33 % mientras el coste de la gasolina se ha duplicado, lo que ha contribuido al agravamiento de la crisis humanitaria nacional.
El cólera azota Haití
Lágrimas, gritos. Grimèl se tira al suelo: esta mañana ha ido a ver a su hermano a un centro para el cólera de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Puerto Príncipe, pero ha llegado tarde, él murió de noche. En Haití hay unos 260 casos sospechosos de la enfermedad, una treintena de confirmados y al menos dieciocho fallecidos, y los sanitarios temen que lo peor esté aún por llegar.
«Ayer lo dejé en buen estado, pero era el último día que iba a ver vivo a mi hermano», se lamenta, inconsolable, Grimèl en el Centro de Tratamiento del Cólera (CTC) de la organización humanitaria en el barrio de Cité-Soleil al que EFE ha podido acceder.
No pensaba que esto pudiera ocurrir («solo tuvo el viernes un poco de diarrea», asegura) y el último día había prometido a su hermano Onald Sainjilus, de 40 años, que cuando regresara lo llevaría de vuelta a la plaza Mais Gâté, donde más de 3.000 personas viven desde julio pasado desplazadas por la violencia de las bandas armadas.
Casos de cólera aumentan cada día
Onald no es el único fallecido. Horas antes, una niña que presentaba diarrea murió también en ese centro de Médicos Sin Fronteras en Cité-Soleil, montado a raíz de que las autoridades confirmaran esta nueva oleada de cólera después de tres años sin casos en Haití.
En este lugar, compuesto por diez grandes tiendas de campaña y en el que más de cien personas están hospitalizadas, las mujeres y los niños son mayoría, sobre todo estos últimos.
El número de afectados aumenta día a día, lo que genera gran preocupación entre los sanitarios.
Las cifras no incluyen a quienes fallecieron sin tener tiempo de llegar al hospital y tampoco a los presos de la principal cárcel de la capital, la Penitenciaría Nacional, donde el cólera está haciendo estragos.
Angeline Althema, enfermera en este CTC desde su creación, piensa que lo peor está por llegar. «La cantidad de casos está aumentando tanto que da miedo. En los próximos días podría ser peor», dice al tiempo que muestra que ya casi no quedan camas libres.
De acuerdo con Batistin François, responsable de promoción de salud de MSF, la enfermedad está en su punto álgido.
«La situación está cambiando día a día. Estamos recibiendo muchos pacientes. Pero en cuanto a recursos humanos y materiales estamos preparados», afirma. De hecho, dado el aumento de personas que llegan al centro, se está levantando otra carpa.
Lucha sin cuartel frente la enfermedad
En el centro de MSF es evidente el dispositivo anticolérico: lavado sistemático de manos con agua clorada, toallas a la entrada de las tiendas con cloro y duchas para el baño de enfermos y familiares.
Los pacientes -con bolsas de suero, el dolor reflejado en el rostro y muy delgados– hablan entre ellos. Algunos acaban de llegar, otros llevan ya días aquí.
Las horas pasan y llegan nuevos pacientes a bordo de mototaxis autorizados a entrar en Cité-Soleil, mientras que entre las tiendas las mujeres tienden la ropa que han lavado y los trabajadores sanitarios van y vienen.
El epicentro del nuevo brote de cólera es Brooklyn, zona de este barrio de la que proviene hasta el 90 % de los enfermos.
Durante años, las autoridades han estado ausentes de Cité-Soleil, la policía ha sido echada y son las bandas las que mandan. Y ahora no pueden acceder a Brooklyn para intentar frenar los contagios y las recaídas.
Esta barriada es escenario de un conflicto armado entre las coaliciones de bandas G9 del todopoderoso Barbecue y GPEP, una batalla que ha dejado decenas de muertos, medio centenar de mujeres violadas y cientos de casas quemadas.
Debido a esta violencia extrema, los vecinos de Brooklyn se refugian en sus casas y se ven obligados a consumir agua no potable de los pozos.
Se trata de una comuna muy vulnerable, en extrema pobreza y sin acceso a agua tratada, atención sanitaria o electricidad, todo ello provoca que gran número de personas esté enfermando rápidamente.
«Su situación es crítica (…) No hay caminos para que los vehículos entren. El agua invade casi todas las calles», dice Batistin François.
Estas condiciones ya de por sí extremas se ven agravadas por la paralización de negocios, los bloqueos de calles, la escasez de combustible y la consiguiente falta de agua tratada en Haití, escenario desde hace más de un mes de violentas protestas antigubernamentales por el aumento del precio de los carburantes.
Con información de El Caribe y EFE
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