Hay días inauditos. Sin recuperarse de un susto, siempre es posible perder el aliento ante un nuevo suceso sobrevenido, inesperado.
El más reciente episodio de respiración suspendida lo provocaron las resultas del Consejo Universitario de la UBV, el que tuvo lugar el 25 de febrero pasado, vísperas del carnaval, para más señas.
Fue un CU «extraordinario». Y en honor a la verdad, lo más ordinario en la UBV es que muy pocos se interesen por lo que sucede en el Consejo Universitario. De hecho, muy pocas veces nos enteramos de sus convocatorias, mucho menos de sus acuerdos o resueltos.
Pero el 25 de febrero fue inusual, según nuestra corta e ingenua experticia. Su resultado fue antichavista, antipopular, vergonzoso. Nuestros ilustres consejeros decidieron aumentar de 0,15 petros a 2 petros el arancel del Curso de Locución UBV. Ese mismo curso encomendado con encargo de gratuidad, revolucionario, popular, patriótico, por el mismo comandante Hugo Chávez en el primerísimo Acto de Grado de la UBV celebrado en el Poliedro el 21 de julio de 2009. A ver, el propósito expreso del presidente fue el de democratizar, incluir, quitarle de las garras a la UCV un curso que había sido (y aún lo es) mercantilizado por un trío de universidades que vegetaban (vegetan) del pueblo… de espaldas a él. Chávez hizo Misión lo que para la cuarta ha sido un negoción.
Hoy, la UBV ha decidido no quedarse en la retaguardia, ha decidido competir con los punteros, la UCV está al frente con un cacheroso precio de 250 dólares; el CU de la UBV ha decidido ofrecer una ganga, el mismo certificado de locutor por 114 dólares. En esta carrera, seguimos en desventaja.
Mejor dicho, somos más baratos. Pero los docentes que impartimos el curso en Monagas no queremos sudar esta carrera, preferimos el curso sin divisas, sin criptoactivos, sin arancel. (Chávez reveló que -de Teniente, sin UCV de por medio- hizo este curso «sin pagar un centavo»). Total, nosotros lo hemos facilitado desde hace 12 años sin recibir contraprestación a cambio, salvo la felicidad del pueblo que es la nuestra, ese mismo pueblo en el que encarnó Chávez, el mismo que sigue encendiendo con su fe y su Resistencia la llama de la Revolución.
«Porque el Chavismo es, esencialmente, un proyecto de democratización de la felicidad». I. Ramonet.
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