Por “fiebre fiscal” me refiero a la oleada de impuestos e incrementos de precios y tarifas de los bienes públicos orientada a “resolverle” el déficit del gobierno dada la caída de sus ingresos petroleros.
El primer pitazo de esta fiebre fue el anuncio de la explotación del Arco Minero. Allí se pudiera encontrar una respuesta parcial a la caída de los ingresos petroleros mediante la explotación de oro, coltán, torio, cobre, piedras preciosas, etc. Pero allí mismo empiezan los infortunios porque esa estrategia es la prolongación del rentismo petrolero que sirvió por 100 años para agigantar el tamaño del Estado, sobrevaluar la moneda, promover las importaciones, limitar el crecimiento y diversificación del empresariado, del empleo, concentrar el gasto en las ciudades y desequilibrar la economía. A lo que se le suman la ineficiencia y corrupción administrativa de estas explotaciones, más la minería informal que no paga impuestos y está destruyendo un medio ambiente que ha sido la fuente del 70% de nuestra electricidad.
Luego, el gobierno subió y dolarizó el precio de los combustibles, pasando de ser casi regalados a ser de los más altos del mundo. Pero esto no lo hizo como parte de una política energética (para salvar a PDVSA) sino como parte de una política fiscal (para salvar al propio gobierno de su bancarrota).
Contradictoriamente, se mantuvo la mayor parte del combustible a precios subsidiados y el consiguiente mercado negro a precios muy por encima del precio oficial dolarizado; lo cual desestimula la inversión privada, encarece el transporte, aumenta los precios y frena el consumo.
Después apareció la “piñata infantil” de los aumentos de las tasas municipales. Las municipalidades que más suban sus tasas serán las que menos inversiones recibirán y se verán envueltas en un círculo vicioso pues terminarán cobrando más impuestos a menos contribuyentes.
Luego aparecieron los aumentos de las tasas de registro y notaría en porcentajes impagables, a lo cual se suma que serán en divisas y petros, monedas que no son de curso legal sino cobros inconstitucionales.
Por último, el gobierno desempolvó la Ley de Impuestos a las Grandes Transacciones y amenaza con tasas que pueden oscilar entre un 12 y un 20% de lo transado, dependiendo del tipo de actividad económica.
Pero toda fiebre fiscal es recesiva, por tres razones: los ahorros de los actores económicos, en vez de utilizarse para invertir o consumir, se usan para financiar al Fisco. El gasto público supera la inversión. Y, tanto el gasto como la inversión pública, tienden a ser ineficientes y a corromperse, por lo que tienen un impacto inflacionario. Todo lo cual indica que el gobierno no tiene una política de desarrollo (para mejorar la calidad de vida) sino fiscalista (para financiarse él).
¿Tiene el gobierno venezolano una mejor alternativa? Sí, claro, ¡Sembrar el Petróleo! ¿Cómo, si ya no lo tiene? Sí lo tiene, pero “mal sembrado”, en el tamaño del empleo público y en sus empresas e institutos fallidos. De allí que, lo que le conviene al gobierno es, 1º. Bajar sus gastos y subir sus ingresos a través de la devolución de empresas expropiadas a sus dueños y de la privatización, total o parcial, de las 850 empresas del Estado. 2º. Acoplada a la privatización, aplicar la reconversión de deuda en capital para reducir la deuda en divisas de las grandes empresas del Estado. 3º. No pida prestado, y a los multilaterales que ni se les ocurra prestarnos si no hemos parado la hemorragia de las empresas e institutos del Estado. 4º. No siga quemando divisas para sobrevaluar el bolívar; no va a resolver la inflación aupando importaciones artificial e insosteniblemente baratas, a costa de la producción y del empleo nacional. Devalúe para desbloquear las exportaciones no rentistas, diluir la deuda interna, incrementar los ingresos fiscales con la venta de divisas e incrementar la capacidad de gestión pública en lo esencial: incremento de sueldos a los empleados públicos y contratación sólo por Concurso, Educación, Salud, Seguridad, Justicia, Infraestructura y Defensa; en ese orden. 5º. No aumente los impuestos, busque, más bien, aumentar el número de contribuyentes y el éxito de cada uno para que paguen más por lograr mayores ganancias. 6º. Autorice el crédito en divisas para incentivar la producción y el empleo. 7º. Aumente las tarifas y precios de los bienes y servicios públicos a nivel comercial, no siga operando a pérdida, pero tampoco subsidie ni descrimine, como lo está haciendo con la gasolina y el dólar barato. 8º. Si quiere parar la inflación en seco, dolarice la economía. 9º. A su vez, este enfoque le ahorraría gran cantidad de subsidios que, por definición, son inflacionarios, mal acostumbran a quienes los reciben y les bloquean su empoderamiento y autoestima. 10º. Olvídese de postulados ideológicos; las ideologías nos traicionan porque no dejan ver la realidad.
@joseagilyepes
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