Venezolanos orgullosos que somos de nuestra nacionalidad, nos sumamos entusiastas a la conmemoración del bicentenario de la Batalla de Carabobo.
En palabras del Padre Libertador, Carabobomarcó el nacimiento político de la República, si bien las acciones de armas en el hoy territorio venezolano continuaron hasta 1823 e incluso, relata Fernando Falcón, algunos partidarios del monarca español se rendirían en fecha tan tardía como 1832.
Carabobo, según Eduardo Blanco, “duró lo que el relámpago; puede decirse -afirmó-que para todos fue un deslumbramiento”.
Un relámpago que parafraseando a Agustín Codazzifue, es y será como el del Catatumbo,relámpago continuado que surgió desde el principio de nuestra existencia, enel coraje y sacrificio de los pueblos originarios, de Guaicaipuro es cierto, pero también de Urimare, Urquía, Apacuana y Anasoli, mujeres valientesque a la par de sus hombres enfrentaron al conquistador; de los que arrancados de los suyos llegaron en galeras y en quilombosy palenques paladearon la libertad.En los alzados deBuria y muchos años despues en Coro con JoséLeonardo, pero también con José Caridad González;enel levantamiento de Andresote y el de los rebeldes de Panaquire que un 19 de abril este de 1749 tomaron Caracas al son de tambores de guerra enfrentados a la vil entrega de nuestras riquezas a la Compañía Guipuzcoana; en los comuneros de los Andes de 1781; con Gual y España acompañados de numeroso grupo de mulatos de La Guaira en lo que era una verdadera revolución; en la casi desconocida y frustradasublevación de Francisco Javier Pirela y el negro Joseph Francisco Suárez que con milicianos planeaban “..embestir la ciudad de Maracaibo, saquearla, matar a los blancos y ricosy establecer la República…”.
Un relámpago continuado que lo fue con Miranda en Ocumare de La Costa y la Vela de Coro y que brilló con la mayor fuerza el 19 de Abril y el 5 de Julio, en la campaña admirable y en la guerra a muerte, en La Victoria de los jóvenes seminaristas y en el San Mateo del sacrificio de Ricaurte, en Vigirima y en El Juncal, en la siempre invicta Maturín y en las dolorosas jornadas de La Puerta, en Las Queseras del Medio y en la batalla de los Alacranes que así llamaron a los hombres del general McGregor que en El Chaparro, el 6 de septiembre de 1816, aplastaron a las fuerzas realistas.
Un relámpago continuado que lo fue de militares -y vaya en esta ocasión un mensaje lleno de admiración a nuestro ejército, a oficiales generales, superiores, subalternos, oficiales decomando,técnicos, asimilados, cadetes, tropa profesional, alumnos y tropa alistada- pero a la par de civiles como los que echaron a Emparan, un jueves santo, los que suscribieron el acta de la independencia, con Bello. Isnardi, Roscio Nieves, Cristóbal de Mendoza,Peñalver, López Méndez, Vargas, Juan José Landaeta,Plácido Maneiro, Tovar Ponte y Vicente Salias iguales en el recuerdo que los once generales en jefe quealcanzaron su grado en el fragor del combate.
Un deslumbramiento el de Carabobo con Bolívar a la cabeza, con Plaza y Cedeño, caídos los dos momentos después de Pedro Camejo, el Negro Primero. Con José Antonio Páez a la vanguardia cuyo heroísmo bien dejó para la historia, El Libertador, al escribir: “La conducta del General Páez en la última y más gloriosa victoria de Colombia lo ha hecho acreedor al ultimo rango en la milicia y yo, en nombre del Congreso, le he ofrecido en el campo de batalla el empleo de general en jefe del ejército”.
Un relámpago continuado que nos deslumbró ayer y deslumbra hoy pero que debe inspirarnospara que por siempre Venezuela sea, casi calcando el acta finalmente suscrita por los padres fundadores, en el entonces palacio federal el 7 de julio de 1811, “estado libre, soberano e independiente, absuelto de toda sumisión y dependencia extranjeray que como tal estado libre e independiente tiene pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de su pueblo”.
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