Regresar a la sensatez, a lo que algunos llaman «normalidad», nunca exenta de confrontaciones y sobresaltos propios de nuestra esencia caribe y de la vida, es para nuestro país una verdadera revolución.
En los últimos años nos fuimos acostumbrando a vivir en estado de guerra. Las amenazas y las acciones de los opositores que no han sido adversarios sino enemigos, nos obligan como gobierno a la defensa permanente.
Recuerdo claramente como gobernador del Zulia las duras batallas contra las guarimbas de la destrucción y de la muerte. Las derrotamos con el apoyo de la gente buena y de la fuerza armada, sin pérdidas humanas, respetando la vida a quienes protestaban empujados por inconscientes, con daños materiales, pero siempre dentro del respeto a la vida. Estas guarimbas fueron financiadas y allí se confundieron ciudadanos de bien, seres humanos equivocados pero convencidos de que luchaban por algo que valía la pena, con delincuentes políticos apátridas y malandros asalariados pagados por estos dirigentes ambiciosos irracionales.
El 2020 fue un año de decantación, allí llegó al clímax la locura del extremismo opositor y sus aliados foráneos. Los fracasos que vinieron evidenciándose en la batalla de Cúcuta, en la frustrada toma de La Carlota con los líderes de ese golpe bufo al frente, y con los desembarcos, incluidos los mercenarios, en las costas aragueñas y guaireñas.
La elección popular, donde fueron opositores racionales de la Asamblea Nacional, fue el fin del reinado efímero y arbitrario de quién se designó presidente para nunca ejercerlo. Ni siquiera realizó directamente el manejo de los activos nacionales robados por modernos corsarios con el único argumento de la fuerza sobre sus propias leyes. Sino que manejaron en el caso de Citgo y Monomeros, fundamentalmente recursos mal habidos través de sus propios amos del dinero del venezolano sufriente.
El 2021, al contrario de lo vivido, ha mostrado la posibilidad de ser el año de la cordura. El triunfo del Presidente Biden, le da una oportunidad de reflexión a las políticas ejecutadas al margen de la ley y sin resultados, solamente miseria para los venezolanos, que no les ha importado a los opositores extremistas. La instalación de la Asamblea Nacional electa democráticamente, y ahora la selección con participación aún más amplia del nuevo Consejo Nacional Electoral, con la autonomía que requiere el país y que manda la constitución.
Tenemos ahora, acordadas dentro de su democracia interna por el mismo CNE fechas para los comicios de alcaldes, gobernadores, consejos legislativos y concejos municipales. Se ha ampliado aún más la oposición democrática. Vienen buenos tiempos para la política. La verdadera que contiene el trabajo y el juzgamiento popular de los gobernantes y voceros legislativos.
Sin duda que nos corresponde a los bolivarianos, buscar los votos, es ir trabajar aún más, cerca de nuestro pueblo, dar resultados de eficiencia, honestidad y eficacia. De entrega al ideal de servicio para ganar la confianza de nuestro pueblo. Pero la oposición tendrá ahora que hacerlo, salir de la comodidad de las redes sociales, para ir a la búsqueda de la confianza de la gente. Tenemos CNE, es decir, tenemos árbitro.
Estamos obligados a jugar la política de verdad en provecho de nuestro pueblo anhelante de paz, de trabajo, de vida digna. Sin duda que recogerán en el futuro los que cuenten estas historias, el papel consciente y humano del Presidente Maduro para ganar la victoria de la paz la democracia. Lo demás debemos hacerlo quienes optemos al apoyo ciudadano con nuestros compromisos y nuestras ejecutorias en el gobierno.
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