32 años se cumplieron de la rebelión popular más importante del siglo XX en Venezuela. Manifestación a la que muchos aún le buscan causas y responsables, organizadores y promotores. El gobierno sorprendido, la dirigencia política de los partidos también. El MBR200, sorprendido igual que los compañeros en las «fuerzas armadas».
Muchos tenemos el recuerdo de aquellos instantes iniciales. Estábamos en el curso superior de guerra. Se nos dijo que había desórdenes muy fuertes y manifestaciones en Los Valles del Tuy y en otros sectores del estado Miranda. Un rato después que en los barrios de Caracas, la gente estaba protestando violentamente, saqueando comercios, bodegas y supermercados.
Fuimos al hospitalito de Fuerte Tiuna a una consulta odontológica. Se oían muy fuertes las ráfagas de fusil y disparos de diversas armas. Comentamos que ante la dificultad para contener con los métodos de entonces, se estaban haciendo disparos de fogueo (sólo ruido de disparos usando cartuchos de salva, es decir sin la bala). Sentimos ruido de golpes contra la pared y el piso del consultorio como de piedras que caían.
Al salir vimos las balas de fusil, seguramente frías que descendían desde unos 1500 metros y percibíamos el movimiento inusual de las personas.
Regresamos al aula de clase para comentar con los compañeros lo que estaba ocurriendo. Todavía creíamos que la trayectoria de los proyectiles, disparados al aire, como última advertencia a los manifestantes, era la razón de que llegaran al hospitalito. Paulatinamente nos enteramos de la verdad.
El llamado a uniformarnos de campaña y traer nuestros equipos para una reunión de urgencia. Nos distribuyeron para patrullar y contribuir a establecer el «orden» en distintos espacios de Caracas. Nos correspondió la tarea en Catia, establecimos nuestro cuartel de emergencia en una mueblería, cerca del Centro Comercial Propatria. Solamente en el cuarto piso dejó el pueblo, indignado y violento, algunos muebles y colchones. Recibimos una unidad tamaño compañía de San Juan de Los Morros con un par de transportes blindados de personal de un batallón de Fuerte Tiuna.
Reunimos la tropa y los oficiales. Les explicamos lo que sucedía y nuestra tarea. Les pregunté a aquellos soldados quién había dicho la frase: «maldito el soldado que apunte sus armas contra su pueblo», casi al unísono respondieron: Simón Bolívar. Y les dije. bien vale mil veces más que la nuestra, la vida del pueblo que está en la calle, solamente respondemos el fuego de quién dispara contra nosotros. Nadie dispara sin recibir primero la agresión directa.
Hugo Chávez, recuperándose de una enfermedad en San Joaquín, con Urdaneta y los demás compañeros comandantes del movimiento, fue muy difícil contactarse. Ya no podíamos seguir platicando sobre los factores subjetivos y objetivos ni del momento revolucionario. El pueblo nos gritó en la cara, que no aguantaba más.
Cuando pude visite a Chávez en su casa, cada uno con un análisis de los hechos recientes. Me dijo una frase de veguero auténtico que se me grabó en la memoria, más sabía que todos los análisis de los académicos que nos acompañaban en aquellos inicios: «Pancho, el pueblo habló, se manifestó y nos sorprendió con los calzones abajo».
Junto a ese pueblo bravío, valiente, nos corresponde estar ahora, acompañándolo, sin engaños, sin imposturas en sus dolores, trabajando en conjunto para superar sus padecimientos que son muchos.