Cada logro en la lucha por la vida mejor de todos, trae responsabilidades, trae compromisos. Para el político comprometido con la causa de su pueblo, para el que siente el dolor ajeno y se activa con el sentimiento del colectivo de manera constante, para avanzar en mejorar las condiciones de vida de todos, no o hay solamente la derrota del enemigo quien pierde la condición para seguir atacando, sino que se orienta de inmediato en la superación del daño que causó la guerra, en el mal que causó la confrontación.
Nuestra condición no es solamente derrotar al enemigo, allí cada uno habrá dado y tendrá la propia conciencia de su aporte, fundamentalmente nos corresponde de inmediato, como en un campo de batalla, evaluar daños y superar los efectos sobre nuestro pueblo sufriente. Debemos, así lo señala con claridad el Presidente, activar todas nuestras capacidades para transformar la postración en energía y gozo, en vida y dignidad para nuestros ciudadanos.
No es tiempo para engolosinarse con la derrota del enemigo torpe e inconsecuente. Mucho por hacer y por construir. La evidencia de la pequeñez y el engaño de la arrogancia salieron a la luz en la toma del Capitolio en Estados Unidos. Era sólo ese vacío y esa farsa lo que había detrás de sanciones y de argumentos de autoridad moral inexistente. El engaño, la impostura.
Para los adoradores del becerro de oro, una sorpresa y una gran confusión. Para los que veníamos repitiendo sobre la falsedad y la mentira del imperio construido sobre el temor, la fuerza, la amenaza, solo la evidencia de una realidad. Diría Cantinflas, «comportarnos como caballeros o como lo que somos». Evidencia de lo que son.
La consecuencia interna es inmediata. Se van haciendo aullidos lejanos y solitarios, cada vez más dramáticos, confundidos con la frustración y el vacío, las voces de quienes hicieron tanto daño. Todavía llamando a sanciones. Todavía pidiendo más dolor y castigo sobre los venezolanos por parte de sus perversos socios internacionales.
Trabajar más que nunca en el gobierno es lo que nos corresponde. Apenas tiempo para ver atrás. Dedicando toda la energía para construir. Todo el esfuerzo para hacer y mejorar. No hay tiempo para regodeo. Es Dios de los pueblos, es Dios de la vida quien nos da una otra oportunidad. Obligados estamos para revisar los errores propios que permitieron que avanzara el grave daño que aún afecta la vida de nuestra gente.
No hacerlo es inconsecuencia. Pero estamos sobre todo obligados para trabajar sin descanso en la construcción, con todos los factores, del ambiente que facilite la recuperación de la economía, la generación de empleo digno y bien remunerado. La adecuación plena de los servicios públicos. La seguridad y la paz como tarea urgente, la tranquilidad para producir, tan afectada, pero especialmente alterada por la incertidumbre de las amenazas, las extorsiones y la muerte.
Estamos obligados a hacer brotar la esperanza cierta de vida digna, de trabajo, de pan para el pueblo nuestro.